Un gesto tan sencillo y cotidiano como tomarse un café puede convertirse en una iniciativa solidaria de la mano de "café pendiente", una propuesta, basada en la confianza, que nació en Europa y se ha puesto de moda en Argentina.
La iniciativa es simple: un cliente toma un café en un establecimiento y abona otro que será consumido por alguien que no puede pagarlo.
"Café pendiente" surgió en la ciudad italiana de Nápoles con el nombre de "caffe sospeso" y, gracias a las redes sociales, se extendió de inmediato a otros países.
En Argentina ha prendido entre propietarios de cafeterías y consumidores, en especial en Buenos Aires y en Córdoba, donde los bares adheridos, alrededor de un centenar, se identifican con el logo de una taza de café y un corazón.
Además del café, en algunos de los bares solidarios argentinos la propuesta incluye tostados (sandwichs) y facturas (pasteles).
Paula Comparatore, dueña del primer bar que se sumó a la ola "pendiente" en Argentina, admite que aún falta mucho por hacer para aprovechar las ventajas de la iniciativa.
"La gente en situación de calle todavía no está tan enterada del sistema porque recién está empezando. Además, muchas veces no se animan a entrar a los locales", explica a Efe Comparatore, que tiene su bar en el barrio porteño de San Telmo.
Sol Verdier, una de las principales impulsoras del movimiento en Argentina, coincide en afirmar que "lo más difícil es que la gente en situación de calle se entere de que puede acceder a un café pendiente".
"Por eso tenemos voluntarios que van a comedores, hospitales y recorren las calles repartiendo volantes o contándoles a las personas del mecanismo", añade.
Verdier se enamoró de la idea tras conocerla en Europa y decidió trasladarla a Argentina.
Al principio llegó incluso a presentarse personalmente en los bares para comentarles el proyecto y convencerlos de sumarse antes de crear la página web donde informa de las ventajas del proyecto y de la lista de los bares adheridos.
"Intentamos que los bares cobren el café pendiente en un valor inferior y que sumen algo, como una factura o tostadas. Algunos lugares no quieren que la gente en situación de calle tome el café en el local y se los dan en vasos de plástico. No será lo mejor, pero es igualmente para valorar", sostiene.
El objetivo, añade en declaraciones a Efe, es que "con el tiempo la mayoría de los bares se adhieran y que poco a poco el café pendiente se transforme en una comida pendiente".
María Belén es una de las muchas consumidoras que paga un "café pendiente" porque "irse del bar sabiendo que alguien va a poder disfrutar de una taza de café caliente con algo para comer es una sensación hermosa, que dura todo el día", explica.
"Si se pone de moda que cada vez que alguien va a comer o tomar algo afuera de su casa se deje algo para el otro, para el que no lo puede pagar, la movida podría llegar a tener resultados sorprendes y realmente mejorar la calidad de vida de mucha gente", concluye. EFE