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China descubre la tumba de su emperador más odiado

Miércoles, 17 de abril de 2013 a las 07:30 pm
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Un fortuito hallazgo por parte de unos albañiles en el este de China ha rescatado del olvido la tumba del emperador Yang Guang, a quien los chinos consideran uno de los peores gobernantes de su Historia.

El descubrimiento se produjo el pasado domingo, en las obras de un nuevo edificio en la ciudad china de Yangzhou (actual provincia de Jiangsu), donde el emperador Yang (569-618) vivió sus últimos días, huyendo de las revueltas populares que pedían su cabeza.

Aunque el mausoleo se encuentra en mal estado, porque fue profanado por ladrones de tumbas y ya se construyó sobre él con anterioridad, las inscripciones en la lápida y la presencia de algunos objetos en ella que sólo podían ser usados por emperadores prueban que se trata del lugar donde Yang Guang estaba enterrado.

El hallazgo también ha puesto al descubierto que un mausoleo turístico que en la misma ciudad aseguraba ser la tumba de Yang, "el peor tirano de la Historia de China", era falso, después de haber atraído a miles de turistas durante años.

Para el director del departamento de arqueología de la ciudad, Shu Jiaping, no hay duda de que la tumba encontrada fortuitamente el fin de semana es la auténtica: así lo prueban los hallazgos de un cinturón de oro y jade y unos llamadores de puerta con forma de león, objetos todos ellos destinados al emperador Sui.

Otra tumba descubierta al lado parece ser la de la emperatriz Xiao, una de las seis esposas que se sabe tuvo el emperador, aunque faltan por ahora restos o ataúdes en ambos enterramientos, posiblemente desvalijados en épocas pasadas.

Los descubrimientos sorprendieron a los habitantes de la zona contigua a la tumba, quienes celebraron "haber sido vecinos de un emperador, aunque fuera uno malvado", según declaró uno de los residentes al diario oficial China Daily.

Yang Guang, segundo y último emperador de la efímera dinastía Sui, gobernó China entre 604 y 618, y en los registros históricos del país es siempre retratado como un gobernante despilfarrador, que cometió muchos errores militares y llevó a la muerte a millones de sus súbditos con sus delirios de grandeza.

Sus fracasadas campañas contra el reino de Koguryo (que ocupaba gran parte de la península coreana y zonas del actual noreste de China), en las que millones de campesinos fueron reclutados a la fuerza, desataron unas revueltas que le obligaron a huir a Yangzhou, donde murió estrangulado por uno de sus generales, Yuwen Huaji.

Algunos historiadores han suavizado en años recientes la tradicional visión crítica del reinado de Yang, recordando que algunas de sus campañas militares sí fueron exitosas, como las que conquistaron parte del reino Champa, al sur del imperio y en la actual Vietnam.

También realizó un ambicioso programa de obras públicas, que incluyó carreteras, la finalización de las obras del Gran Canal que durante siglos fue la principal vía de transporte entre el sur y el norte del país, o la reconstrucción de la Muralla China que defendía el imperio de los invasores nómadas del norte.

Pero en esa reconstrucción de la Gran Muralla, como ocurrió siglos antes cuando fue erigida por primera vez, pereció un enorme número de obreros (algunos registros históricos hablan de hasta seis millones de muertos).

Por si esto fuera poco para cultivar la mala fama del emperador en su país, Yang fue siempre sospechoso de haber matado a su padre, el emperador Wen, para ascender al trono -aunque este hecho nunca pudo ser probado- y conspiró contra sus hermanos para alcanzar el poder.

Su hermano mayor, Yang Yong, primer candidato al trono, fue acusado por Yang Guang de traición, por lo que perdió el favor de su padre, y cuando este último fue coronado, su hermano menor Yang Liang lideró una revuelta contra él. Tras fracasar fue condenado a prisión de por vida.

La impopularidad de Yang queda patente por el hecho de que el nuevo mausoleo hallado no era tan lujoso como el de otros monarcas de la civilización china, y según el jefe de arqueólogos de Yangzhou muchas tumbas de nobles y gente adinerada de esa misma época son más ostentosas que la de este emperador.

Tras el asesinato de Yang, a la dinastía Sui le sucedió la Tang (siglos VII-IX), que para algunos historiadores fue el apogeo cultural de la milenaria civilización china.

El hallazgo muestra que China sigue siendo una veta inacabable de hallazgos arqueológicos: cada año se anuncian decenas de nuevos descubrimientos, y el país todavía no se ha atrevido, por falta de tecnología para ello, a abrir la tumba de su primer emperador, Qin Shihuang, a pocos kilómetros de su famoso Ejército de Terracota./EFE