Hace un año, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, aseguró que esta institución estaba dispuesta a "hacer todo lo necesario para salvar el euro" marcando un punto de inflexión en la crisis de la deuda que bastó para convencer a los mercados de que no tenía sentido especular con el fin de la unión monetaria.
"El BCE está dispuesto a hacer todo lo necesario para preservar el euro. Y créanme, será suficiente", declaró el 26 de julio de 2012 en Londres Draghi, presidente del BCE desde noviembre de 2011.
"Hay un mundo antes y un mundo después del 26 de julio. Es el tipo de gran acontecimiento que se produce muy raramente y cuyas consecuencias persisten", resume Frédérik Ducrozet, economista en Crédit Agricole CIB.
En los días previos al discurso de Londres, "la situación comenzaba a agravarse seriamente en la zona euro", subraya Gilles Moec, economista de Deutsche Bank.
Justo después de una reestructuración de la deuda griega, los mercados temían el contagio y la propagación de las tensiones a países como España e Italia.
El discurso de Draghi "redujo casi a cero todos los riesgos extremos, como el del estallido de la zona euro" de consecuencias potencialmente catastróficas, añade Ducrozet.
El primer ejemplo del giro dado por el BCE se produjo el 6 de septiembre de 2012 cuando lanzó el OMT (Outright monetary transactions), un instrumento inédito que le permite comprar de manera ilimitada deuda estatal a petición de un país y con unas condiciones.
"La genialidad de Draghi fue juntar en una herramienta todos los ingredientes de los sistemas de rescate de la zona euro que ya existían pero que tenían lagunas", explica Moec. El BCE ya había comprado puntualmente deuda pública, pero sin condiciones y disponía de un fondo de rescate de medios limitados.
Para Ducrozet, su éxito reside también en haber sabido esquivar las divisiones políticas en la zona euro, motivo de inquietud para los mercados. "Se aseguró de que Alemania esté a su lado y apoye sus iniciativas", según el economista.
Tras esto, el nuevo discurso del BCE permitió a los mercados no entrar en pánico en 2013 al conocerse el resultado de las elecciones en Italia y con el rescate de Chipre.
Las tasas de interés a 10 años de España, que alcanzó el récord del 7,75% la víspera del discurso de Draghi, y la de Italia, que registró un 6,7%, se situaron desde entonces en torno al 4%.
La reciente crisis política en Portugal hizo aumentar las tasas de interés del país, pero sin que se produjera el contagio a otros estados frágiles.
El BCE continuó su transformación y siguió demostrando que sabe hablar a los mercados. Aunque rechazó comprometerse por adelantado, a principios de julio garantizó el mantenimiento de su política monetaria y las tasas bajas "tanto tiempo como sea necesario".
A pesar de este discurso, la crisis de la deuda todavía no es agua pasada, debido a un crecimiento económico estancado y a las incertidumbres políticas en algunos países.
"Está bien que el BCE satisfaga a los inversores, pero sería mejor si fuera capaz de beneficiar a los hogares europeos", explica Cyril Regnat de Natixis.
Pero la institución "no puede ella sola solucionar la crisis de la deuda", subraya Moec.
Para Regnat "la pelota está en el tejado de los Estados".
Por ello, el BCE mantiene la presión sobre los gobiernos para que continúen las reformas y avancen hacia una mayor integración, a imagen de la unión bancaria, para hacer desaparecer los temores de los inversores de la zona euro./AFP