La cultura vinícola en el estado de Florida (sur de EE.UU.) se remonta a un poco conocido episodio del siglo XVIII, cuando un pequeño grupo de hombres procedentes de Mallorca y Menorca (España) llegó a este territorio con cepas de las islas Baleares y la península ibérica.
"La cultura del vino en Florida empezó con los españoles en el siglo XVIII", en concreto con un grupo de mallorquines y menorquines que se estableció en 1768 en el asentamiento inglés de The New Smyrna, explicó hoy a Efe el estadounidense de origen español Martin Cerdá, importador de vinos y un estudioso de este período.
Se trata de un hecho histórico muy poco divulgado que, sin embargo, resulta clave, en opinión de Cerdá, para entender el posterior desarrollo de la cultura vinícola en Florida y la profunda huella dejada por los menorquines en este estado.
Cerdá presenta hoy en el Miami Hispanic Cultural Arts Center, con motivo del quinto centenario del descubrimiento de Florida por Juan Ponce de León, en 1513, la conferencia titulada "El legado menorquín y su influencia en la cultura del vino en Florida".
De abuelos mallorquines y nacido en Nueva York, Cerdá es un apasionado lector y estudioso de la presencia española en Florida y, en concreto, de la aportación de "españoles mallorquines a la cultura del vino" en este estado.
Y es que "los primeros esfuerzos para elaborar vino a gran escala en Estados Unidos se produjeron aquí, en nuestro estado, en la colonia de New Smyrna", pero arraigaron muy mal las cepas que trajeron los inmigrantes españoles a esta zona, entonces en poder de los ingleses, subrayó.
Un total de 1.400 europeos se establecieron en 1768 en la citada colonia inglesa, ubicada al norte de San Agustín, la ciudad más antigua de EE.UU., de los que el 90 % eran menorquines.
Desgraciadamente, la peste, penurias, enfermedades y escasez de alimentos diezmó a este grupo de inmigrantes y solo sobrevivieron unos 600 colonos, casi todos menorquines, quienes, ocho años después, abandonaron el asentamiento y se encaminaron a San Agustín.
En San Agustín, fundada en 1565 por el español Pedro Menéndez Avilés, este grupo de menorquines "creó una cultura urbana muy influyente y continuó con su intento de plantar viñedos".
Resulta llamativo cómo los cerca de 30.000 estadounidenses descendientes actuales de este grupo de menorquines, dispersos por el país, "mantienen vivas sus raíces españolas", cuentan con una asociación en San Agustín y organizan actos culturales todos los años en la ciudad.
Atesoran la riqueza de su legado isleño en todas las expresiones culturales de su origen: "comida, vinos, hábitos y hasta un catalán muy especial", apuntó Cerdá, quien detalló que hasta incluso "siguen utilizando un ají original de Menorca y elaboran un dulce de queso típico" de las Islas Baleares.
Hoy, que tanto preocupa a la opinión pública y los políticos el impacto cultural de las olas de inmigrantes latinos que llegan a Estados Unidos, el ejemplo de este grupo de menorquines puede servir de catalizador positivo.
"Hace 250 años un grupo de 600 menorquines se establecieron y son hoy 30.000 descendientes perfectamente integrados, con sus costumbres, que no residen en barrios latinos. Todo fue bien", apuntó.
"Y lo más increíble es que esto se produjo antes de la oleada de inmigrantes italianos o irlandeses", apostilló este importador y distribuidor de vinos de las Baleares, cuyo abuelo mallorquín elaboró vino hasta 1950. /EFE