Hecha cuidadosamente en casa con tela amarilla, azul y roja o de papel y con un "#ChávezSomosTodos", miles de venezolanos se colocaron simbólicamente la banda tricolor que debía recibir su presidente, Hugo Chávez, en una "juramentación popular" marcada por sentimientos encontrados.
Pese a ser multitudinaria, la concentración que este jueves se vivió en las calles de Caracas fue diferente a las demás: hubo música, bailes improvisados, apasionados discursos y consignas conocidas, pero también una inusitada euforia contenida y alguna que otra lágrima.
La ausencia del líder socialista, que se encuentra en Cuba desde hace un mes en un delicado estado de salud, ensombrecía la fiesta y, pese a que muchos llevaban estampado un "Yo soy Chávez" en sus camisetas, todos deseaban volver a ver pronto al original.
Gladis Marina Chacón, una jubilada de 67 años, reposaba en un sillón abandonado de la avenida Baralt, mientras veía como grupos de jóvenes, todos de rojo, seguían el paso con carteles de solidaridad con el gobernante.
"Yo que soy una vieja y he visto las cosas, le puedo decir que éste ha sido el mejor gobierno que hemos tenido", confesaba emocionada.
Alfabetizada gracias a la Misión Robinson, Gladis no podía evitar las lágrimas cuando pensaba en la salud de Chávez, por quien no deja de orar y a quien define como "más que el hijo de uno".
"Él es el único que nos puede salvar a nosotros y él no se ha cuidado, él no se cuida. Recién operado y salió otra vez a la palestra. Nosotros lo queremos a él vivo. Si él nos quiere a nosotros, tiene que demostrarnos que se va a cuidar", pedía.
En la siguiente equina, en la Asamblea Nacional (AN), varios grupos de funcionarios se preparaban para caminar unidos hacia el palacio presidencial de Miraflores, mientras se animaban con gritos de guerra habituales como "¡Uh, ah, Chávez no se va!" o "Se lo decimos, se lo decimos, al Comandante no lo tumban los sifrinos (pijos)".
Venidos de todas partes del país, muchos trabajadores públicos como Zulai López, sindicalista de 37 años del estado Bolívar (sureste), llevaban levantados desde las cuatro de la mañana tras más de 600 kilómetros de carretera para estar este jueves en Caracas.
"Nuestro presidente no necesita nada más un permiso porque nuestro presidente en todo su mandato no ha tenido un día de vacaciones, que se las goce ahora, no por enfermedad, porque se lo merece", sentenciaba.
A su lado y con su banda de papel terciada, Jesús Pacheco, un trabajador de 48 años del Ministerio de Deportes, advertía a la oposición que el chavismo "está organizado desde las bases hasta arriba para defender este proceso".
"Nosotros nos juramentamos con Chávez, somos pueblo y el pueblo es Chávez. Así que Venezuela está con su presidente y estará más allá, esté o no esté. ¡Chávez somos todos!", exclamaba.
La posibilidad de que el carismático líder deje de gobernar el país, algo impensable hace un tiempo, ya era sugerido tímidamente por algunos de los suyos.
"¡No le vamos a defraudar, presidente, pero todavía le queda mucho por hacer en esta patria!", arengaba desde una tarima la ministra para las Mujeres, Nancy Pérez.
Ante su ausencia física, su icono y su nombre se reproducían en cada rincón: "Que Dios te de el doble de lo que le deseas a Chávez", "Ahora más que nunca con Chávez", "Si no quieres a Chávez no amas a tu madre", rezaban algunos carteles.
Marchas como estas son, precisamente, una buena oportunidad para vendedores ambulantes especializados en souvernirs socialistas como Octavio Suárez, de 70 años, que admitía que hoy vendió el "doble" de su mercancía habitual, unos relojes de pared y despertadores con la imagen de Chávez.
Ya en Miraflores, los seguidores de Chávez juraban en voz alta y solemnemente junto a Maduro, el delfín elegido por el mandatario, "absoluta lealtad a los valores de la patria y absoluta lealtad al liderazgo del Comandante".
"Maduro es excelente, pero ninguno es como Chávez", concluía Gladis.
EFE
(KC)