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No serán usados para hacer entregas a domicilio de pañales, libros y latas de sopa, como pronosticó hace un año el director ejecutivo de Amazon Jeff Bezos, sino más bien para rociar cultivos, inspeccionar tendidos eléctricos de alto voltaje y darles nuevos ángulos a los directores de cine. Entre los sectores que más provecho les sacarán figuran las aseguradoras, las agencias inmobiliarias, los centros de esquí y el sector agrícola.
Todas se beneficiarán enormemente de esta tecnología… algún día.
Por ahora, todo esto es teórico porque todavía no está regulado el empleo de estos novedosos aparatos voladores pequeños, no tripulados, que se prestan para usos múltiples.
Las autoridades de Estados Unidos, país que generalmente está a la vanguardia de estos avances, se están tomando su tiempo para fijar las normas que regirán esta actividad, pues pronostican un uso generalizado que conlleva muchos peligros.
Los promotores de estos aparatos se quejan de que, al no autorizarse su uso, los inversionistas no aportan dinero y se demora el desarrollo de la tecnología, incluida la creación de sistemas para evitar choques y para facilitar la navegación sin la participación humana.
"La mayoría de estos drones tienen pocos equipos de seguridad", expresó Maryanna Saenko, analista de Lux Research, una firma consultora de ciencia y tecnología. "Es como un ladrillo de dos o tres kilos que cae del cielo".
El público en general asocia los drones con aventuras militares, ya que son empleados para explorar el terreno y atacar blancos. Pero el mundo empresarial tiene todo tipo de proyectos para que estos aparatos desempeñen funciones demasiado complicadas o peligrosas para los humanos.
Si se superan los obstáculos relacionados con las regulaciones y la seguridad, en menos de una década podría haber 32.000 drones de uso comercial en actividad, según la consultora en temas aeroespaciales Teal Group. Una tercera parte circularían en Estados Unidos.
La Administración Federal de Aviación de Estados Unidos estima que dentro de cinco años habrá 7.500 drones operando en el país. La industria habla de cientos de miles.
"La AFA está aterrada", comentó David Bridges, profesor de ingeniería mecánica que está probando drones en la Universidad Texas A&N en Corpus Christi.
El mayor riesgo del uso de drones será en torno a los aeropuertos, por la posibilidad de que alguno de los cientos de aviones que llegan o parten diariamente de las grandes ciudades se lleve uno por delante.
La AFA dará a conocer pronto lineamientos para el uso de drones de menos de 55 libras (25 kilos) que podrían incluir el requisito de que los operadores tengan licencias de pilotos.
De hecho, muchos pilotos militares se están preparando para eso y cuando se jubilan, en lugar de buscar trabajo en aerolíneas comerciales, como antes, exploran la posibilidad de trabajar con drones, según Teena Deering, ex piloto de helicópteros de la Armada que luego enseñó tácticas de guerra usando drones.
"Es la onda del futuro", sostuvo.
Es previsible que, en lo inmediato, los drones sean usados más que nada para tareas complejas o peligrosas, a menudo en sitios remotos. Y que su uso en cosas como la entrega de mercancías tenga que esperar un poco.
La actividad que más podría prestarse al uso de drones podría ser la agricultura. Con la ayuda de sistemas de posicionamiento global, los drones pueden inspeccionar una granja, detectar insectos y ver si la tierra está demasiado seca o carece de nutrientes, y transmitir las coordinadas exactas a un tractor para que aplique pesticidas, riegue o fertilice la zona.
Los agricultores japoneses ya emplean 2.500 minihelicópteros para rociar pesticidas en laderas de montañas donde los tractores no pueden operar. También hay drones parecidos en Corea del Sur y Australia.
Mientras las empresas esperan que se regule la actividad, ya hay una cantidad de drones de uso recreativo en operación. Muchos pueden ser operados a través de teléfonos multiusos y algunos cuestan apenas 300 dólares. La firma francesa Parrot ha vendido 670.000 drones en todo el mundo en los últimos cuatro años.
El problema es que los aparatos actuales tienen que ser controlados remotamente o volar una ruta predeterminada, de un punto a otro, y no pueden reaccionar a circunstancias imprevistas que se puedan presentar.
No hay por ahora una tecnología que permita detectar objetos y evitarlos y las baterías tienen una duración limitada. Además, existe el temor de que los aparatos puedan ser interceptados por terroristas que toman su control.
2015-01-08