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Sabana Grande es el "hogar" de 30 chamos (+Fotos)

Jueves, 05 de enero de 2017 a las 08:00 pm
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Daisy Galaviz  [email protected] 

No creen en nada ni en nadie, para ellos no existe Navidad, y se les acabó la ilusión del Niño Jesús como cualquier otra fantasía; les tocó crecer rápido y hacer del puñal el vigilante de sus sueños.

Este es el resumen de una pandilla de 25 a 30 chamos que se dicen llamar “El tren de Sabana Grande”; jóvenes y pequeños que deambulan por el bulevar pidiendo y, en casos extremos, robando para comer “porque las tripitas lloran si no las llenas”, dicen.

“Crespo” es un niño de 13 años que tiene más de dos años en la calle; cuenta que salió de su casa porque su madrastra lo corrió y no tuvo otra opción que hacer de las frías aceras y rústicas bancas sus muebles y colchón.

A su corta edad toma un cigarrillo y se lo lleva a la boca como si se tratara de un dulce; explica que no sabe cómo agarró el vicio “solo sé que lo aprendí en la calle”.

“Crespo” desde muy chamo tuvo problemas de conducta y llegó hasta tercer grado de educación básica, pues fue expulsado de la institución “porque le di un ‘chapazo’ -lanzar una chapa con una liga- a mi directora en las nalgas”.

Escapan del Estado

Wilmer Acosta tiene 18 años y es uno de los más grandes del clan, explica que todos los allí presentes más de una vez han sido reclutados por funcionarios del Gobierno con el fin de llevarlos a casas hogares pero como los agarran se fugan “porque lo que nos dan ahí es palo”.

Javier López tiene 30 años y unos cinco pasando las noches en la calle, dice que para la policía y para el Gobierno todos son ladrones “no tienen idea de que estamos aquí porque la vida nos la puso dura”.

La familia los puso ahí

Los miembros de la pandilla dicen que no eligieron la calle sino “fue una decisión a la fuerza”. Wilmer Acosta es oriundo de Valencia y cuenta que le tocó hacer de Sabana Grande su casa porque tuvo problemas con su familia y decidió “pirar”.

Relata que tomó la decisión y su hermano menor, de 11 años -a quien le apodan “Parrita”- le siguió los pasos porque “no quería dejarme solo”.

“Parrita”, a quien la falta de comida lo tiene delgado y con ojeras, relata que “mi papá nunca me quiso, siempre me pegó. Mi hermano sí era bueno conmigo por eso agarré una camioneta y me vine con él”.
Los hermanos narran que conocieron al “gremio” en la noche, a esa hora es que “se establece cómo amanecerá el hotel”.

La alcantarilla, su closet

Los chamos del “Tren de Sabana Grande” reseñan que usan las cloacas como armario, todos meten la poca ropa que poseen en bolsas negras y la dejan ahí para cambiarse en las noches; dicen tener miedo a que los policías descubran su escondite. “Para ellos todo lo que tenemos es robado. No saben lo que dicen”, suelta alguno.

Si hay algo que llama la atención es que todos los que pertenecen al grupo se encuentran con ropa no rasgada y la mayoría posee zapatos de marca.

“Crespo” relata que los de él los consiguió una noche de diciembre. “Esa es la temporada donde muchos borrachos amanecen tirados en las bancas. A uno que estaba dormido se los quité y más bien me dio mil bolos”. El niño dice que si alguien osara de tumbárselas jura que “lo pego a punta de puñal. Lo mío es mío y como sea lo defiendo”, refirió.

El chamito de 13 años relata que ha apuñalado un par de veces, no ha tenido opción. “En la calle debes actuar así si no cualquiera quiere aplicármela porque soy un niño, y tengo que dejar claro que yo ya crecí”.

Alimento y cobijo. La pandilla relata que para conseguir dinero trabajan vendiendo cigarros o agua, o piden con una gorra.

“Cabezón”, un pequeño de 11 años, dice que hay días donde le duele el estómago por no probar bocado. Comenta que la gente le da cuando pide y hay dos restaurantes fijos que no “los dejan morir de hambre”.

“Crespo” dice que diariamente a la hora del almuerzo se van a las ferias de comida de centros comerciales a rogar por las sobras. Wilmer relata que si pasan las cuatro de la tarde y no han saboreado alimento buscan “capturar a un paciente”, o lo que viene a ser robarle la comida a quien pase caminando.

Con respecto a la faena nocturna, explican que todos se acuestan encima de las bancas, y utilizan sacos y cartones como cobija para evitar el frío. “Cuando llueve buscamos refugio donde sea”. También dicen “dormir con un ojo adelante y otro atrás porque siempre hay uno que quiere dañar la fiesta, por eso en la noche tenemos bien cerca nuestros cuchillos”.

La niña

La única jovencita que forma parte del grupo tiene 13 años, abandonó su casa por problemas familiares pero su madre sabe que está allí y a veces hasta le lleva comida. Cuenta que quiere a los demás como si fueran sus hermanos, “ellos me quieren, me cuidan, y son mi familia”.

 

Fotos de José Félix Lara