Un edificio aislado con un hedor espeso y penetrante, decenas de cadáveres de animales y miles -¡Miles!- de escarabajos carnívoros hambrientos. ¿Le gustaría que así fuera su oficina?
Pues en un lugar así, ubicado a una media hora de Washington, trabaja desde hace más de 15 años John Ososky.
Este científico estadounidense es el encargado del laboratorio de preparación de huesos del Museo de Historia Natural del Smithsonian, donde está a cargo de una colonia de escarabajos cuya única contribución a la ciencia consiste en comer.
Día y noche, estos escurridizos insectos se pasean por la carne seca de los animales que llegan al laboratorio -delfines, osos, focas, lobos, linces- y se alimentan de ella.
Muy pronto, John Ososky les dará este lobo a sus escarabajos hambrientos.
Los escarabajos dejan prácticamente sólo los esqueletos, que son utilizados luego en diferentes investigaciones científicas o se exponen en el museo, que según Ososky cuenta con la colección más grande del mundo de especímenes de historia natural.
"Yo no me doy cuenta del hedor", le dice Ososky a BBC Mundo, rodeado de estanterías repletas de huesos. "Quizás ya estoy acostumbrado".
"Una niebla invisible que cala hasta el alma"
Ososky también está acostumbrado a estar cerca de animales muertos.
El científico camina hacia una de las habitaciones de su laboratorio, abre una puerta metálica y sin un ápice de sorpresa, como si se tratara de cualquier objeto cotidiano, extrae un lobo entero, todavía con su piel y sus colmillos manchados de rojo.
A su alrededor tiene un lince, también intacto, así como un oso negro que mantiene guardado en esa especie de refrigerador gigante que sirve para evitar que sus animales se pudran antes de que sean analizados.
Ososky recibe animales muertos -como este lobo- y obtiene todos los datos posibles para la investigación científica.
Pero el olor a podrido es cada vez más potente. Es "una niebla invisible que cala hasta el alma (y peor, la ropa)", como lo describió alguna vez el exsecretario del Smithsonian Lawrence M Small. "Mucho después y muy lejos de ahí, las personas podrán olfatearte discretamente, pero nadie se atreverá a preguntar dónde has estado".
Para Ososky, sin embargo, es parte de la rutina. Se arrodilla frente al lobo, que murió cuando un cazador le disparó para conseguir su piel, y explica que en pocos días convocará a un grupo de patólogos que analizará al animal en busca de parásitos, enfermedades e inflamaciones. Luego retirará la piel, removerá los órganos y secará la carne antes de tirarla a las cajas donde espera ávidamente la colonia de escarabajos derméstidos.
Estos inusuales ayudantes están guardados en dos habitaciones contiguas, que están aisladas incluso del resto del edificio para que los olores no se esparzan ni los escarabajos se escapen y "causen problemas en la colección", como confiesa Ososky.
Escarabajos derméstidos
Los escarabajos que utiliza John Ososky se encuentran naturalmente en ambientes tropicales cálidos y húmedos, donde sobreviven alimentándose de los tejidos de animales muertos.
Los adultos ponen sus huevos en la misma carne de la que se alimentan. El ciclo vital que va desde el huevo hasta el animal adulto dura entre dos y tres meses.
La combinación de ese ciclo reproductivo corto y sus hábitos alimenticios hace que estos escarabajos sean útiles para el trabajo científico en un museo. De hecho, se les llamada con frecuencia "escarabajos de museo".
Se alimentan de animales que el Smithsonian recibe de zoológicos y otras instituciones, así como aquellos que murieron en su hábitat natural.
Fuente: OsteoPrep Lab del Smithsonian
Se trata de "muchos miles, si no cientos de miles" de escarabajos a los que Ososky alimenta constantemente. Dice que son "quisquillosos", pues prefieren las temperaturas calientes, un ambiente húmedo y recibir una dieta constante. Ososky les da gusto.
Además, no se alimentan de seres vivos (¡afortunadamente para este corresponsal!) ni todos los animales muertos despiertan su apetito. Pueden devorar el pequeño cráneo de un ratón o un pequeño pájaro en cuestión de horas, pero estarán más reacios si Ososky pone a su disposición un especimen viejo, o alguno que haya sido preservado en alcohol o haya recibido drogas veterinarias.
Así que cuando no tienen mucho apetito, Ososky los rocía con agua para que dejen sus escondites o remoja el especimen en amoniaco para estimularlos.
No sólo escarabajos
Ososky explica que a diferencia de otros métodos -como el uso de químicos- recurrir a los escarabajos es una forma "natural y económica" para limpiar los especímenes y evitar que se dañen los huesos delicados y pequeños de algunos animales. El Smithsonian, de hecho, no es el único museo que recurre a estos hambrientos ayudantes que naturalmente se encuentran en ambientes tropicales húmedos y cálidos.
Y aunque Ososky cuida de su colonia con esmero -y aguanta valientemente el hedor- enfatiza en la entrevista con BBC Mundo que para él no es la parte más interesante de su trabajo.
Los huesos en el laboratorio de Ososky son numerados y catalogados para la investigación científica posterior.
"Es una herramienta, como otras en el laboratorio, para obtener un buen especimen", dice. "Lo que realmente me interesa es la ciencia y la investigación que se hace". Por ello, él recolecta toda la información posible sobre cada animal que recibe y además cataloga y numera los huesos para que puedan ser estudiados por diferentes investigadores.
"Hay muchas, muchas preguntas que pueden responderse de colecciones como ésta", explica Ososky. Entre ellas están el hábitat de los animales, sus patrones alimenticios, su relación con otras especies, su evolución y su anatomía.
"La información sirve para aprender qué está pasando en un mundo cambiante, cómo se maneja y cómo nos aseguramos de que no perdamos especies y mantengamos hábitats intactos tanto como podamos", concluye.
"Uno sí siente que, de una manera pequeña, está contribuyendo al conocimiento de la raza humana sobre el planeta en el que vivimos". / BBC MUNDO.
2014-04-17