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Nacer sin dedos puede ser algo difícil para un niño. Contar con dedos nuevos, sobre todo con motivos rojos y azules de un superhéroe, hizo de Kaori Misue, de ocho años, la estrella de su grupo.
Usando los músculos de la muñeca para mover los dedos de plástico, puede trabajar con cinta adhesiva y calcomanías en su clase de manualidades. Puede conducir una bicicleta, saltar una soga y cocinar pasteles con su madre. Maravillados, sus amigos le pidieron prestada su mano generada por una impresora 3D, que se parece a un colorido juguete de “Transformers” adosado a su muñeca.
“Fue algo mágico”, dice su madre, Karina Misue. “La confianza que les da a los chicos es tremendo. Lo pueden llevar con orgullo”.
Cuando empezó a usar impresoras 3D, la madre de un niño que no tenía un miembro le preguntó si podía diseñar una mano para su hijo. Tubaro lo hizo en el 2014, cuando todavía estaba en la escuela secundaria.
En estos tiempos, más de 500 personas, la mayoría niños, tienen prótesis similares y hay 4.500 personas en una lista de espera. Los diseños básicos son modificados para adaptarse a las necesidades de cada usuario con la ayuda de ortopedas.
El proyecto emplea voluntarios de todo el mundo que tienen impresoras 3D. Imprimen las partes, las ensamblan y las entregan a mano. En algunos casos cuestan apenas 15 dólares, comparado con diseños sofisticados por los que se paga hasta 15.000 dólares. Algunas piezas son intercambiables, para servir propósitos específicos, desde jugar ping pong hasta tomar un tenedor o manejar una bicicleta.