Largas horas de tedio en la cárcel, falta de experiencia profesional y el siempre difícil cara a cara con la calle son sólo algunos de los desafíos a los que tienen que enfrentarse muchos presos, aunque algunos logran escapar del cerco.
Dos reos de una cárcel de Santiago de Chile han encontrado en la elaboración de lámparas y paneles de cobre una profesión que les proporciona un presente y un futuro esperanzador, como ejemplos vivos de la tan difícil meta de la reinserción.
A unos 40 kilómetros de la capital chilena está situado el Penal Colina I. Allí, en un taller laboral, trabajan cada día Ricardo y Jorge desde las nueve de la mañana hasta pasadas las seis de la tarde.
Ricardo tiene 30 años. Ha pasado más de un tercio de su vida privado de libertad y todavía le quedan por cumplir nueve años más por un equívoco que cometió cuando apenas superaba la mayoría de edad.
"Caí preso por un error de mi vida, fruto de la inmadurez. Obviamente yo sabía lo que hacía y ahora estoy pagando por mi delito", explica Ricardo a Efe desde el interior del centro de capacitación y trabajo del penal.
Jorge estaba dedicado a la "delincuencia", según sus propias palabras, pero ahora se le ha abierto una puerta y no ha querido dejar escapar la oportunidad.
A pesar de que debe pasar tres años más en prisión, su buena conducta ya le permite disfrutar del permiso dominical.
"He aprendido cosas fundamentales como tener una responsabilidad o desempeñar una labor. Este trabajo tiene una responsabilidad que es muy buena, que le sirve a toda persona que está privada de libertad", señala Jorge.
Desde hace dos años la diseñadora Estefanía Johnson, apoyada por la empresa estatal Codelco (Corporación del Cobre), dirige y evalúa la labor de los reos. La "señorita Johnson", como la llaman Ricardo y Jorge, no duda en deshacerse en elogios hacia sus pupilos.
"La gente tiene muchos prejuicios, pero son súper entusiastas, respetuosos y proactivos. Siempre están tratando de ayudar, de hacerlo lo mejor posible. Para ellos trabajar es un recreo, entonces, esto es muy importante", asegura la diseñadora.
A partir del modelo diseñado por Johnson, cada día fabrican decenas de piezas y luminarias hechas con el metal rojo que juntas forman un revestimiento de muro.
"Que se vea que una persona privada de libertad puede desarrollar labores como cualquier persona (…) Con esto nosotros podemos desarrollarnos diariamente, podemos presentar muchas cosas ahora", reafirma Jorge a Efe.
El pasado diciembre se pudo ver una de sus lámparas en una tienda neoyorquina, mientras otras creaciones se expusieron en la Bienal de Diseño de Santiago y este año estarán en el Salón Satélite de Milán.
Además del aprendizaje, a Jorge todo esto le ha servido para ayudar económicamente a su familia y recuperar la confianza de su suegra.
"Para mí ha sido una experiencia buena porque yo nunca he trabajado en la calle. Entonces con esto, voy a poder desenvolverme en la libertad", dice el recluso.
Tanto él como Ricardo lo tienen claro, una vez hayan cumplido su condena quieren aprovechar lo aprendido y continuar estudiando o trabajando en algo similar.
"Esto me abrió otro campo laboral, algo más grande, no es algo pequeñito. Está pegando en todos lados", apunta Jorge.
"Mis planes son estudiar con referente a lo mismo, que tenga que ver con publicidad, diseño. Lo que me gusta a mí es poder vender este producto", agrega Ricardo.
Sin embargo, no siempre es fácil encontrar apoyos fuera. En ocasiones, el estigma social que significa haber pasado por la cárcel pesa mucho. Por eso hacen un llamado a la sociedad para que sus esfuerzos no caigan en el olvido.
"Nosotros nos podemos reinsertar en la sociedad de una buena manera, pero esto no tiene que quedar aquí. Al salir de aquí, también necesitamos el apoyo de todas las empresas, del gobierno, de los particulares, de todos los que quieran cooperar con una persona que ha estado privada de libertad", recalca Jorge.
Mientras tanto, Jorge y Ricardo amplían sus horizontes y se las ingenian para conseguir apoyos para su grupo de música. Una nota alegre más hacia la reinserción. EFE