La maestra Vanessa García es una de los muchos docentes en Honduras que se tienen que multiplicar por tres o seis para impartir clases en escuelas remotas, como la "Pilar Salinas", de la aldea de Buenos Aires de Villafranca, en el departamento caribeño de Atlántida.
García es una profesional del sector público que de lunes a viernes imparte clases, en una misma aula, a los 45 alumnos de los seis grados del nivel primario, en un horario que una vez al año tiene que modificar porque algunos de los niños tienen que dedicarse a la recolección de nances (frutos) para ayudar a sus familias.
Los problemas en la Escuela Pilar Salinas van desde los rústicos pupitres de madera, muchos de ellos dañados por la carcoma, construidos en 1979, hasta la escasez de libros, cuadernos, lápices, pizarra, energía eléctrica, cocina y una bandera nacional.
"Aquí necesitamos muchas cosas como energía eléctrica, computadoras, material didáctico y mobiliario para que los niños reciban clases en mejores condiciones, pedir un segundo maestro para brindar una mejor enseñanza parece que es mucho", dijo García a Efe mientras esperaba el lunes la llegada de sus 45 alumnos.
El lunes la jornada normal de las 07.30 a las 12.30 horas locales (de las 13.30 a las 18.30 GMT) se corrió de las 12.30 a las 17.30 locales porque por la mañana tuvo que atender asuntos administrativos en la oficina distrital en la ciudad de Tela.
Para llegar a Buenos Aires de Villafranca, Jurisdicción de Tela, hay que caminar 2,1 kilómetros, desde la comunidad de Villafranca, hacia una montaña por un camino de herradura que solamente se puede hacer a pie o en bestia.
Los 2,1 kilómetros a pie Vanessa García los recorre en una hora y 40 minutos, en una ruta similar a la que hacen la mayoría de sus alumnos que viven en caseríos cercanos a Buenos Aires de Villafranca, entre ellos dos pequeños de cinco años, de los seis matriculados en preparatoria, que son atendidos por una voluntaria.
Vanessa imparte clases a diez alumnos del primer grado, nueve de segundo, ocho de tercero, cinco de cuarto, seis de quinto y siete de sexto (23 niñas y 22 niños en total).
Para poder enseñarles lo básico a sus alumnos, principalmente matemática y español, García explicó que con los de primero y segundo grado trabaja "directamente, es decir una relación alumno-maestro, mientras con los cuatro grados restantes se trabaja con guías elaboradas a base de preguntas y respuestas".
Las otras dos asignaturas para las que queda tiempo son las de ciencias sociales y naturales, dijo Vanessa, mientras mostraba el único libro de español con que cuenta para los siete alumnos de sexto grado y otro para los seis del quinto año.
Para los niños de primero a cuarto grado la escuela no tiene libros de español, solamente de ciencias naturales y ciencias sociales, en mal estado, que datan del gobierno que presidió Ricardo Maduro (2002-2006).
García indicó que por los medios de comunicación se ha enterado que esta semana estará en el país el secretario general de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Álvaro Marchesi, en el lanzamiento de un proyecto que llevará la educación a comunidades rurales del país.
En ese sentido, indicó que le gustaría que su escuela fuera tomada en cuenta en el proyecto que promueve la OEI, denominado "Luces para aprender", orientado a llevar electricidad por medio de energía solar e internet a más de 66.000 escuelas en Iberoamérica, situadas en zonas rurales y de difícil acceso.
La Escuela Pilar Salinas, nombre de una maestra hondureña invidente ya fallecida, que en 1948 fundó la Escuela para Ciegos en Tegucigalpa, tiene un aula para los 45 alumnos de primaria y otra para los seis de preparatoria.
A falta de una pizarra en la escuela, la maestra utiliza prestada una pequeña de formica que pertenece a los niños de preparatoria.
García, originaria de Choluteca (sur) y madre de un niño, quiso ser maestra de música o ingeniera civil, pero terminó siendo maestra de educación primaria y trabaja en la Pilar Salinas desde 2010, con un salario de 9.876 lempiras (unos 487 dólares) con los que dijo que hace "milagros para vivir".
Las clases en su escuela comienzan con el canto del himno nacional y el juramento a la patria de sus pequeños alumnos, que no saben qué es una computadora, pero eso lo desconoce el presidente de Honduras, Porfirio Lobo y su ministro de Educación, Marlon Escoto. /EFE