Un hombre barre los pequeños trozos de hormigón que quedaron esparcidos después de que el fin de semana manifestantes furiosos rompieran la fachada del hotel Semiramis para apedrear a la policía.
El hotel de cinco estrellas, situado en el Nilo, se encuentra cerrado. Y es porque nadie sabe cuándo pueden iniciarse otra vez los disturbios en ese barrio.
El Semiramis se encuentra cerca de la plaza de Tahrir, donde desde hace dos años se llevan a cabo recurrentes manifestaciones. En una mezquita cercana se celebra el rezo fúnebre por el último "mártir" del movimiento de protesta. Mohammed al Guindi murió esta mañana en el Hospital Al Hilal de El Cairo debido a las torturas sufridas. Pertenecía al movimiento del ex candidato presidencial Hamdien Sabahi.
Durante las protestas en el segundo aniversario de la "Revolución del 25 de enero", que sacó del poder a Hosni Mubarak, Al Guindi se enfrentó a un policía. Desapareció y al parecer fue llevado a la cárcel por la policía. Hace una semana reapareció en el hospital.
Al Guindi y un video que muestra cómo un hombre de 50 años es golpeado a palos por la policía es desde hace días el tema de conversación en la capital egipcia.
Los islamistas en el gobierno no están más dispuestos a asumir la responsabilidad por los excesos de violencia de la policía y culpan a la oposición por haber convocado a las protestas del 25 de enero.
La oposición en torno al premio Nobel de la Paz Mohammed El Baradei pidió que la manifestación se desarrollase en forma pacífica, pero su influencia en los jóvenes violentos es limitada.
"En el aparato policial ya han mejorado algunas cosas, pero todavía hay un mal comportamiento que tiene su base en la antigua mentalidad política de seguridad", dice Ahmed Aref, un portavoz de la Hermandad Musulmana.
El islamista considera que la responsabilidad de los recientes disturbios no reside en el presidente Mohamed Mursi, quien antes de asumir en el cargo como presidente fue miembro de la Hermandad Musulmana.
"La culpa es de las bandas armadas, cuya manera de actuar es atípica para el pueblo egipcio, pero están ahí y ahora las fuerzas de seguridad deben actuar con severidad contra ellos", agrega.
Los partidos de la oposición liberal y de izquierda lo ven de otra manera. Exigen la renuncia de Mursi y que se forme un gobierno de unidad nacional.
Pero los islamistas no quieren saber nada de eso. Aunque buscan el diálogo con la oposición para que vuelva de nuevo la calma a las calles y a las plazas del país rechazan cualquier tipo de participación de los críticos en su gobierno.
"No hay alternativa al diálogo entre el gobierno y la oposición", dice Aref. Los islamistas saben que Eigpto necesita urgentemente restablecer la paz social y la estabilidad política para volver a atraer a inversionistas y turistas temerosos y obtener créditos con condiciones medianamente aceptables.
Pero muchos egipcios están enojados con el estilo de gobernar de la Hermandad Musulmana. Los acusan de que su programa político es en realidad un plan para llenar de su propia gente el aparato del Estado.
Sin embargo, no hay garantía de que la oposición pueda levantar cabeza antes de las elecciones legislativas previstas para abril o mayo y por su parte, los islamistas se benefician del caos que reina entre los grupos opositores.
Cuando hace poco un grupo de la oposición pensó en boicotear las elecciones, muchos egipcios liberales se quejaron de "esta oposición incompetente".
"La violencia en las calles y las manifestaciones se escapan del control de todas las fuerzas políticas", concluía esta semana Ziad Akl en un artículo para el periódico egipcio "Daily News". "La violencia es una respuesta directa que muestra cuán cerrado es este sistema y con qué fuerza se opone a un cambio radical", agregaba el analista.
Si Akl está en lo cierto, entonces habrá disturbios en los próximos meses. Pero Egipto aún está muy lejos de un escenario de guerra civil. /DPA
(MM)