EFE
Reconciliar a la Policía y a las minorías se ha convertido en el gran reto del Departamento de Justicia de EE.UU., cuya titular, la fiscal general Loretta Lynch, condenó hoy la violencia desatada en Ferguson (Misuri, EEUU) tras las marchas para recordar la muerte hace un año del joven de color Michael Brown.
Con el objetivo de acabar con la fractura racial que divide al país, el Departamento de Justicia instauró hace tres meses un programa piloto para fortalecer los lazos entre la Policía y las minorías, que sienten que las fuerzas del orden usan de manera discriminatoria la violencia contra ellos por el color de su piel.
"Superar las brechas que nos separan requerirá de nuestros mejores esfuerzos", reconoció Lynch, quien se reunió con líderes comunitarios y políticos de Pittsburgh (Pensilvania), una de las ciudades bajo la supervisión del Gobierno para acabar con las tensiones raciales.
Durante su discurso, Lynch recordó a los tres policías fallecidos en esta localidad en abril de 2009, cuando un hombre que acababa de perder su empleo se enzarzó en una disputa doméstica y cuando cinco agentes acudieron a sofocarla, disparó mortalmente a tres de ellos con un fusil de asalto AK-47.
"Sé muy bien que esta profesión, este papel de guardián, conlleva grandes riesgos y pide armarse de valor todos los días", destacó la fiscal, que también tuvo palabras de consuelo para la familia del agente Sean Bolton, de 33 años, herido mortalmente por el disparo de un negro en Memphis (Tennessee) a principios de agosto.
"Los recientes acontecimientos en las comunidades de todo el país sirven como crudos y trágicos recordatorios de las tensiones que existen en muchos barrios entre los agentes del orden y la gente que debemos de servir", consideró la fiscal, que condenó la violencia desatada tras las marchas por el aniversario de la muerte de Brown.
La muerte de Brown tras abalanzarse contra el agente, según determinó la investigación del caso, provocó el nacimiento del movimiento "Black Lives Matter" ("La vida de los negros importa") y se convirtió en uno de los mayores retos para el Departamento de Justicia, cuyo antiguo titular Eric Holder se reunió en Ferguson con líderes comunitarios para calmar las fuertes tensiones raciales.
Posteriormente, el Departamento de Justicia intervino a la Policía de Ferguson, mayoritariamente blanca y descubrió que los agentes mantenían prácticas abusivas contra la población negra, lo que provocó la dimisión del jefe de la policía local, Thomas Jackson.
En mayo, el presidente Barack Obama lanzó un programa de 17 millones de dólares para que los policías incorporasen a sus uniformes cámaras corporales y prohibió el suministro de algunos equipos militares a la Policía, considerado por muchos una forma excesiva de reprimir manifestaciones pacíficas.