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Ciudad mexicana de Apatzingán intenta superar sus pesadillas

Viernes, 21 de febrero de 2014 a las 07:30 pm
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EFE

Hasta hace poco feudo del cártel de Los Caballeros Templarios, la ciudad mexicana de Apatzingán vive hoy en medio de un fuerte despliegue de seguridad y con el deseo de sus habitantes de superar las últimas pesadillas.

La ciudad, de unos 130.000 habitantes, es la más importante de la llamada Tierra Caliente de Michoacán, una de las regiones en las que los "templarios" se movilizaban a su antojo, compraban policías y políticos y controlaban pilares de la economía de la comarca.

"Están cien por cien erradicados (los ‘templarios’) de Apatzingán", dijo hoy a Efe el "comandante cinco", coordinador de los grupos de autodefensa de Apatzingán y de sus alrededores, un productor de limón de la región.

"Hay que cuidarnos, seguir alerta por algún asesino solitario", agregó el dirigente de estos grupos de civiles armados, de 47 años, quien aunque se presentó formalmente, pidió mantener en reserva su identidad por posibles represalias contra él o su familia.

Apatzingán es el epicentro de una zona dedicada al cultivo del limón, con un clima muy seco que permite una cosecha abundante de ese producto porque apenas hay lluvias que puedan dañar la flor del limonero.

Hasta aquí llegan agricultores de toda la comarca para comerciar, pero la cadena de producción estaba controlada por los "templarios", que habían extendido sus redes desde el narcotráfico hasta actividades económicas formales.

La comarca formaba parte de las regiones de Michoacán, en el suroeste de México, en donde un gran vacío de autoridad había generado el surgimiento de los "templarios" en 2011 como escisión del cártel de La Familia Michoacana.

El 13 de enero, el Gobierno federal anunció que asumía las funciones de seguridad de los municipios de Michoacán, y comenzó un despliegue de miles de efectivos de las Fuerzas Armadas y de la Policía Federal.

Ahora son agentes de la policía federal los que custodian puestos de Apatzingán, conducen los vehículos de la Policía Municipal y coordinan acciones con las Fuerzas Armadas y con los grupos de autodefensa.

Estos civiles armados, que comenzaron a surgir en Michoacán el 24 de febrero del 2012, entraron simbólicamente a Apatzingán el 8 de febrero pasado, cuando la ciudad ya estaba custodiada por policías federales y militares.

Ese acto supuso una demostración de fuerza de unos grupos que, según el "comandante cinco", reúnen a cerca de 3.000 personas y que desde hace un año han venido tomando otras localidades de Michoacán que estaban controladas por los "templarios".

En las calles de Apatzingán se respira ahora un ritmo de vida que, según sus pobladores, difiere mucho de lo que pasaba hace poco.

"Parecía guerra", dice un limpiabotas de 74 años, que prefirió mantener en reserva su identidad. "(Los templarios) llegaban a los mercados y decían que cerraran porque si no los iban a quemar", agrega.

"Sí ha mejorado un poco más la situación. Hay mucho gobierno y antes no había", dice la encargada de una pizzería, de 22 años.

Según el "comandante cinco", el 75 % de los efectivos de la Policía Municipal "estaban al servicio de los ‘templarios’ y eran los encargados de hacer el trabajo de ellos".

Ahora, en cambio, "vamos caminando bien", dijo hoy a Efe el vicario de Apatzingán, Gregorio López, un mediático sacerdote que ha destacado por su "batalla permanente" contra este cártel.

El padre "Goyo" López, de 46 años, llegó a usar un chaleco antibalas sobre la sotana como gesto simbólico para llamar la atención sobre la inseguridad que se vivía en Michoacán.

Pero ahora ha abandonado esa prenda, y viste una guayabera blanca adornada con un crucifijo. "Tenemos un avance fenomenal. El problema es que antes, de los 130.000 habitantes (de Apatzingán) 100.000 estaban con los ‘caballeros templarios'", agregó.

La ciudad ha venido recuperando la normalidad en pocas semanas, gracias al fuerte despliegue militar y policial del Gobierno federal. El gobernador de Michoacán, Fausto Vallejo, ha celebrado reuniones aquí, desplazándose desde la capital del estado, Morelia.

Nadie se atreve a dar plazos sobre cuánto se puede prolongar esta paz y durante cuánto tiempo Apatzingán seguirá siendo custodiada por militares y policías federales. El Gobierno no da plazos y los autodefensas tampoco.

El "comandante cinco" está convencido de que si la Policía Municipal vuelve a sus funciones, "bajo la estricta vigilancia" de las autodefensas, se podrá completar el proceso. "Al Gobierno no lo necesitamos, nos estorba", agrega este dirigente.

Pero a los habitantes de Apatzingán, más cautos, les queda la incertidumbre de qué pasará cuando se vayan "los federales". "Ahora sí que el de arriba sabe más", dice la encargada de la pizzería amparándose sólo en la voluntad divina.