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El presidente de EE.UU. cerró hoy una gira asiática convertida en un constante "acto de equilibrismo" entre su voluntad de reforzar la relación con aliados claves en la región y el esmero en no irritar demasiado a China, que proyectó su sombra en las cuatro paradas del viaje, según los analistas.
"Nuestro objetivo no es contrarrestar el poder de China. Nuestro objetivo no es contener a China", dijo Obama durante una conferencia de prensa el lunes en Filipinas, la última escala en una gira de seis días que le llevó también a Japón, Corea del Sur y Malasia.
Obama y sus asesores se vieron obligados a repetir ese mismo mensaje una y otra vez en cada uno de los países, unidos por su recelo ante la creciente pujanza militar china y deseosos de reforzar su alianza con Washington precisamente para contrarrestar ese reto.
El mandatario estadounidense, por su parte, buscaba disipar la preocupación de parte de la región de que el llamado "giro hacia Asia" que marcó la política exterior de su primer mandato estaba perdiendo impulso, un objetivo que logró cumplir "con éxito", según Bonnie Glaser, experta en Asia Oriental y China.
"No obstante, no habría sido posible mitigar completamente todas las preocupaciones, porque en la región está creciendo la ansiedad respecto a China", indicó a Efe la analista del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos (CSIS) en Washington.
En ese contexto, la política de Obama frente a Asia y el Pacífico "no se centra sólo en China; pero China es un elemento" ineludible a la hora de fortalecer lazos con países airados por sus disputas territoriales con el gigante asiático.
"Éste es un difícil acto de equilibrismo, y se complica todavía más por el hecho de que EE.UU. quiere tener una relación positiva y de cooperación con China en la región de Asia y el Pacífico", resumió Glaser.
Ese malabarismo se puso a prueba en dos momentos clave de la gira: la rotunda expresión de apoyo a Japón en la pugna por el control de las islas Senkaku/Diaoyu y la firma de un acuerdo para reforzar la presencia militar de EE.UU. en Filipinas, que tiene su propia disputa territorial con Pekín en el Mar de China Meridional.
En ambas ocasiones, el mandatario trató de rebajar el tono a sus declaraciones con referencias a las "fuertes relaciones" entre Washington y Pekín y el "crítico" papel del Gobierno chino en el panorama regional, en especial a la hora de presionar al régimen norcoreano respecto a su programa nuclear.
La posibilidad de aumentar las sanciones a Corea del Norte en caso de que avance en sus pruebas nucleares o balísticas fue una puerta que Obama dejó abierta en su visita el viernes a Seúl, donde reconoció, sin embargo, que no tiene una "solución mágica" para frenar las provocaciones de Pyonyang.
Según Evans Revere, exdiplomático estadounidense y analista del centro de estudios Brookings, esa falta de opciones claras se debe a "la ineficacia de los esfuerzos diplomáticos anteriores" para lograr la desnuclearización de Corea del Norte.
"Eso ha dejado la puerta prácticamente abierta al régimen norcoreano" para persistir en su conducta, "y (Pyonyang) se está aprovechando de ello", señaló Revere al diario Washington Post.
Ante lo estéril de ese frente, Obama buscó hacer hincapié en las alianzas de seguridad y el plano económico, donde buscó impulsar las negociaciones para el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), al que quieren incorporarse tanto EE.UU. como Japón y Malasia, y quizá en un futuro Corea del Sur y Filipinas.
Después de varias rondas de negociaciones, Obama quería anunciar en Tokio un acuerdo con Japón para allanar los obstáculos en áreas como la agricultura o los automóviles con miras a la formación de un marco común para el TPP.
Las diferencias en torno a las regulaciones para la carne y el arroz, entre otras, frustraron ese objetivo, pero el círculo cercano de Obama sostiene que la visita a Japón deparó avances "importantes" para el futuro acuerdo comercial, según informa The New York Times.
Las conversaciones sobre el TPP también centraron su visita a Malasia, de enorme peso simbólico por tratarse de la primera de un presidente de EE.UU. al país desde la de Lyndon B. Johnson en 1966.
El fruto más claro de la gira llegó en la última parada, con la firma del acuerdo militar con Filipinas para los próximos diez años, por el que las tropas, barcos y aviones estadounidenses verán ampliado su acceso a ese archipiélago de gran importancia geoestratégica para el pulso con China en la región.