Unas cien mil personas, según algunas estimativas, tomaron hoy el centro de Rio de Janeiro de forma pacífica, excepto algunos actos de violencia protagonizados por un pequeño grupo de manifestantes, que lanzaron cócteles molotov contra la sede del Legislativo local.
Bajo las consignas "¡Vamos a la calle!" y "Brasil se despertó", los participantes, en su mayoría jóvenes, salieron a las calles en la ciudad carioca como parte de una ola de protestas en todo el país iniciada en Sao Paulo la semana pasada por el alza del valor de los transportes, pero que ha rebasado esa reivindicación.
La estudiante Mariana Godois, de 19 años, se quejó del dinero gastado por Brasil para celebrar la Copa Confederaciones de fútbol, en la que compiten ocho selecciones desde el sábado, y el Mundial del próximo año.
"Peleamos por esta tontería de dinero que se gastó para mostrar los nuevos estadios para todo el mundo, mientras lo que necesita el país es más inversión en salud y educación", dijo la joven a Efe.
Aunque algunos manifestantes llevaban símbolos de partidos políticos, la gran mayoría sostuvo banderas de Brasil, además de flores contra la violencia y narices de payaso contra "la hipocresía".
En sus carteles se leían frases como "pan y circo, no, queremos más salud y educación!" y "No somos terroristas, queremos la paz".
Aun así, un pequeño grupo de manifestantes atacó con cócteles molotov y piedras la fachada de la sede de la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro e incendió un vehículo.
El grupo, en su mayoría con la cabeza cubierta, provocó a los policías que habían montado un cerco para evitar la invasión de la edificación pública, y ocupó las escalinatas, en las que pintó letreros con reivindicaciones y destruyó algunos ventanales.
Los agentes, orientados a no reaccionar, se limitaron a apagar con extintores de incendio una fogata encendida por los manifestantes.
El ataque fue aislado y pasó desapercibido para la mayoría de los manifestantes que marcharon por la avenida Río Branco de Río de Janeiro.
El abogado João Tancredo, de 56 años, que destacaba entre los jóvenes participantes con su traje oscuro y su corbata roja, esperó inmóvil mientras un manifestante teñía su cara con tinta verde, color de la bandera de Brasil.
A su juicio la protesta "no es una cuestión de edad, es una cuestión de ciudadanía. La policía no tiene que usar la represión, la gente sabe organizarse", según dijo a Efe.
Para él, la violenta represión del pasado jueves en Sao Paulo, donde hubo decenas de heridos y detenidos "fue lo que unió todo el país de esa manera".
La profesora y psicóloga jubilada Dionéia Vasconcelos, de 75 años, dijo que participa en manifestaciones desde los años 60.
"Nuestro objetivo es poner fin a esta incompatibilidad entre el Brasil que están exportando y el que vivimos aquí. No queremos más toda esta miseria en salud, educación, transporte, queremos el Brasil que se exporta", dijo a Efe.
La abogada Ana Forn, de 30 años, llevaba ropa de trabajo y zapatos de tacón alto cuando se arrodilló en la acera de la avenida para hacer un cartel improvisado, tras salir de la oficina.
"La protesta debería ser muy tranquila, siempre. El objetivo no es luchar, es discutir y reformar. Hay brasileños que van a vivir fuera del país, pero no queremos hacerlo, queremos que la vida mejore aquí", dijo.
Frente a la Biblioteca Nacional, el último punto de la marcha, el alumno Otávio Bittencourt se acercó a los policías que acompañaron la manifestación a una distancia respetuosa y entregó una flor a cada uno de ellos.
"Yo hago esto para mostrar a los medios que nuestros manifestantes no quieren la guerra, quieren la paz. No estamos destruyendo la propiedad publica, ella ya esta destruida", dijo estudiante.
Durante su curso, la marcha recibió el apoyo de los trabajadores que se encontraban en las ventanas de los edificios de la Avenida Rio Branco, quienes hicieron una lluvia de papel triturado sobre los manifestantes. /EFE
Lunes 17/06/2013