Daniela Zarzalejo
La piratería se convirtió en una costumbre en el país desde hace décadas atrás. Lo que en otras naciones puede representar un delito y algo impensable, en Venezuela, reproducir copias de películas, música y hasta programas para computadoras, parece ser algo normal.
En la capital son incontables los negocios que hoy se mantienen de las ventas de películas. Los que están ubicados en el centro de Caracas adquieren la mercancía en el Mercado de La Hoyada, cuyos comerciantes venden los productos al mayor para que luego sean distribuidos.
Darío Silva tiene 20 años con un negocio, ubicado en la avenida Baralt, de CD y películas en formato DVD y Blu Ray, a un precio de Bs 800, 1.200 y 3.000, respectivamente.
En el tiempo que lleva con el comercio no se ha enfrentado a un problema legal con las autoridades. A su parecer, “hay cosas más graves e igual el Gobierno lo permite”.
A pesar de que esta venta es una actividad ilegal, Silva explicó que para la gente es algo “normal” y que incluso, tiene un permiso para tener el local.
Sin embargo, aunque ya los venezolanos están acostumbrados a tener fácil acceso a la piratería, las ventas han bajado alrededor de 90% según Silva. “Implementamos un sistema de ventas para subir un poco las ganancias. La persona que compre una película en Bs 1.200 puede traerla luego en buen estado y llevarse otra por Bs 600”, señaló.
Regulación ignorada. La normativa que vela por el resguardo de la propiedad intelectual es la Ley sobre Derecho de Autor. Sin embargo, las reglas allí plasmadas pasan “por debajo de la mesa” cuando aparece el método de fácil reproducción.
La ley protege a las obras literarias, artísticas y científicas y sentencia, con pena de cárcel, a aquellos que reproducen y distribuyen copias ilegales.
Las películas deberían distribuirse con empresas autorizadas, que a su vez las comercializan en los cines del país. Sin embargo, es más rentable venderlas piratas.
Lo mismo ocurre con la música. Las discográficas deberían distribuir los álbumes originales a las tiendas especializadas, y aunque aún estos locales siguen abiertos, las ventas se fueron al piso, así como la producción musical nacional.
Además, la piratería llegó también a la informática. Los programas, especialmente de diseño, y sistemas operativos se venden en comercios en precios a partir de Bs 3.000, depende de la versión que busque el consumidor.
Este problema parece extenderse mientras sea un negocio rentable. Si los perjudicados no reclaman o denuncian la actividad, seguirá pareciendo “normal”.
2017-03-03