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Madres oran para que el hambre se acabe

Sabado, 05 de noviembre de 2016 a las 08:00 pm
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Arnoldo Arcaya | [email protected]

"Este ha sido el peor año de mi vida", cuenta Glenda Pérez con los ojos húmedos, la mirada perdida, la voz entrecortada y con un hijo en cada mano: uno de 5 y otro de 6 años.

Glenda es una venezolana "de a pie". Ella vive en el barrio Unión, por el "Primer tanque", municipio Sucre. Se gana la vida como peluquera a domicilio pero el dinero no le alcanza para nada.

"Hace un par de años podía tener entre 20 y 30 clientes por día, y los fines de semana eran muchos más. Ahora sólo tengo 7 u 8 en un día bueno. Ya la gente no quiere arreglarse. Sí tengo mis clientes fijos, pero todos estamos es preocupados por comprar comida", relata.

Para ella, como para millones de venezolanos, “la situación del país ha hecho más difícil todo”. Lo que más les duele es que a veces no tiene ni qué darle a sus hijos.
El más pequeño está en 3er nivel de educación inicial, y el otro en 1er grado de educación básica. Este año escolar ya han perdido varias clases. “Si no tengo comida, si no hay ni para la merienda no van a la escuela. A veces los acuesto sin comer”, dice apenada mientras uno de los niños se le recuesta en el hombro.
Para este diciembre no se le pasa ni por la mente un regalo, lo único que espera es tener comida. "Sueño con un Niño Jesús, pero con esta economía es imposible".

Los chamos, por su parte, sonrientes y juguetones, quieren un PlayStation, una computadora y un teléfono. Glenda los abraza, sonríe con ellos y les dice "algún día llegará". "Nunca he perdido las esperanzas en este país", agrega.

Sus problemas no terminan ahí. También debe estar pendiente de su mamá, a la señora, quien hasta hace poco hacía trabajo comunitario con la Alcaldía de Sucre, le dio un ACV (accidente cerebrovascular) a comienzos de octubre. Se ha recuperado poco a poco. "Está mejor, busca caminar y hablar", cuenta Glenda con una tímida sonrisa, y, tras un suspiro, afirma que su mamá quedó con "medio cuerpo dormido".

Glenda dice que está enfrentando todo eso sola; su esposo está preso desde hace 4 años. “Lo tienen en El Rodeo. Unos PTJ (Cicpc) se lo llevaron un día luego que salió de ver a un muchacho que mataron en la zona, por lo cual está investigado. Antes lo visitaba seguido, ahora no he podido ir a verlo desde hace tres meses, no tengo comida para llevarle".

Mientras, esperan desde agosto que el tribunal que lleva su caso lo atienda. "Los niños quieren que venga su papá para que les dé comida. Yo sólo consigo plátano y yuca".

Tristeza. A la señora Carmen Hernández, de 50 años de edad, le cambió la vida en 2013, cuando su casa, ubicada en el barrio Unión, se cayó a causa de unas fuertes lluvias.

Desde entonces vive en una sede de la Fundación Venezolana Pro-cura de la parálisis. (Fundaprocura) y aún tiene la esperanza de volver a la zona donde nació y creció.

"En 3 años, mi vida ha cambiado una barbaridad, y no sólo por mi vivienda, sino por la situación del país. Soy sola y el dinero no me alcanza para nada", dice.

Ella toma todos los lunes para ver qué consigue, por la cédula ese es el día que le toca "comprar". "Lo que más encuentro es harina de maíz y arroz. Vivo del día a día, nunca sé si podré comer. No como tres veces al día, si hay almuerzo no hay cena". Hace una pausa, recuerda, y antes de seguir hablando, una leve sonrisa se le dibuja en el rostro. "¿Sabes? Antes comía bien, merendaba siempre. Ya no. Es difícil no tener comida en la nevera", agregó.

Ella tiene 7 nietos a quienes ama, pero le duele no poder verlos con tanta frecuencia, y más aún cuando no les puede regalar nada. "Me angustia es si comieron o no", explicó.

También lamenta que no pueda ni ver a sus amistades, le da pena llegar "con las manos vacías".

Además, al igual que Glenda, ve venir un diciembre "muy triste". "Estoy llorando porque este año para mí no hay Navidad. Extraño todo. La alegría de este mes (noviembre) era increíble, ahora hay mucha tristeza. Hay quienes ni podremos comer hallacas ni bebernos una cervecita. Estamos ‘purificados’ de comida, bebida y medicamentos", suspira.

Carmen sufre de lupus, no consigue sus medicinas desde hace meses, y la crema que necesita para la piel "está por los cielos", no hace mucho la vio en Bs 15 mil, impagable. Tiene gente que la ayuda, pero se le ha hecho muy difícil. "Estamos pasando demasiado trabajo. Jamás había pasado algo así", apuntó.

Carmen y Glenda se aferran a Dios. Creen en Venezuela y por eso aseguran que siguen aquí. Carmen anhela volver al barrio Unión, pero más que todo, desea que el país mejore. Ambas le piden mucho a Dios. "Queremos que esto se acabe", añaden.

El dato

4 millones de venezolanos comen una vez al día, y más de 14 millones dos veces, calcula la Mesa de la Unidad Democrática. Por su parte, la FAO asegura que 14 millones de ciudadanos tienen acceso a alimentos a "precio justo".

2016-11-06