Omar González
Es posible que el golpe de estado en Ecuador fracase. Es posible que el plan desestabilizador en Perú sea inútil. Es posible que Lula siga preso en Brasil, que Macri gane en Argentina y que Colombia derrote el nuevo alzamiento guerrillero. Todo eso es posible. Pero que Maduro no siga exportando su fracasada revolución socialista por todo el continente y más allá, eso es imposible, hasta que sus mafias no sean desalojadas del poder en Venezuela.
Maduro ha dicho abiertamente que apoya a Rafael Correa y sus planes de subvertir el orden en Ecuador. También ha gritado a los cuatros vientos que respalda a los líderes de la FARC y ELN que han decidido declararle la guerra al gobierno de Colombia. Financió la celebración del Foro de Sao Pablo en Caracas que procura retomar el poder a sangre y fuego en Argentina, Brasil, Perú y en otros países del continente, y que ha convertido a Venezuela en un santuario para cuanto terrorista hay en el planeta.
Por si fuera poco, según el jefe del Comando Sur estadounidense, Craig Faller, Rusia tiene a sus mercenarios involucrados con el régimen de Nicolás Maduro y hay en nuestro país una cantidad significativa de armas rusas y apoyo para ese equipo bélico, además de la poco conocida relación del régimen venezolano con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-Un.
Ante esta situación, el mundo democrático y la inmensa mayoría de los venezolanos saben que la conformación de una coalición que restituya la paz y la democracia en Venezuela es el único camino que queda para ponerle fin a esa amenaza regional y salvar a Venezuela de la catástrofe humanitaria que sufre. Los demás es una quimera.
Lamentablemente, a pesar de que las condiciones están dadas para ese camino en Venezuela, parte de nuestra clase opositora no las aprovecha, porque está ocupada negociando con un régimen criminal que jamás cumplirá con los términos de la negociación o se están aprovechando de esta miserable situación.
Mientras tanto, Venezuela sufre la más desgarradora catástrofe humanitaria de todos los tiempos por culpa de esa corporación de criminales que se apoderó del poder y de los cooperadores disfrazados de oposición que obstaculizan su salida.
La gravedad de lo que vivimos es terrible, lo que está ocurriendo en todo el país es la destrucción sistemática de nuestro gentilicio; la tragedia ya no se puede medir en índices financieros o en gráficas de economistas, esta realidad se mide en el exterminio de un pueblo y/o su desplazamiento obligado hacia otros países, ejecutados de manera premeditada por quienes usurpan el poder y sus cómplices.
Facinerosos de toda laya que cometen este genocidio y cooperadores que permiten que avance la destrucción de la patria en manos de ese conglomerado de mafias que tratan de apoderarse igualmente otros territorios y naciones del contienen para cometer sus fechorías. Por ello, la situación no es para seguir con juegos políticos, para dudas partidistas o para acomodos personales y/o grupales; mucho menos para interminables ritos diplomáticos.
La fatalidad nos obliga a ser más firmes en las acciones que llevamos adelante para lograr; en primer lugar, el prometido cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres en Venezuela. Ninguna otra ruta. Y luego frenar el avance del socialismo destructivo al resto del continente.
Los factores políticos, deben entender de una vez que no podemos seguir perdiendo el tiempo, tenemos que ser más decididos, más categóricos, más firmes en las acciones que llevamos adelante. Hay que parar esta desgracia. Exigir la activacion del Tiar, aprobar el 187 numeral 11 y pedir el R2P.
Las pocas instituciones legítimas que quedan en pie, deben hacerse respetar y pedir auxilio internacional lo más rápido posible para frenar el sufrimiento de millones de compatriotas y hermanos latinoamericanos.
Se ha repetido hasta la saciedad que solos no podemos. Entiéndanlo, los partidos políticos tienen que tener una posición más clara. No podemos estar jugando a negociaciones infructuosas y eternas, a cuotas de poder, cuando el Estado está corroído por la usurpación y cuando las instituciones fueron totalmente socavadas por un régimen que engulló, con sus fauces totalitarias, la institucionalidad de la República y ahora trata de exportarla.
Comprender que estamos frente a una catástrofe humanitaria resulta un compromiso ineludible, igual que asimilar que no estamos peleando contra otro factor político más sino contra organizaciones criminales trasnacionales. Esta es una lucha de millones de ciudadanos democráticos en contra de una camarilla de bribones que se conformaron en una mafia integrada por personeros con vínculos con la guerrilla, el arcotráfico y el terrorismo internacional.
Pareciera que aún hay sectores que no terminan de aterrizar, que no comprenden la magnitud de lo que vivimos en este momento en Venezuela y América Latina; se percibe en el ambiente que hay dirigentes políticos que siguen pensando en pajaritos preñados, en elecciones ilegales y en diálogos ficticios.
Todos tenemos que entenderlo de una vez que necesitamos sumarnos masivamente a la propuesta de la Ruta del Coraje, tenemos que escuchar y entender el mensaje que diáfanamente nos transmiten desde adentro y desde afuera del país; no podemos tener miedo a pedir auxilio a aquellos demócratas que están dispuestos a ayudarnos. Los venezolanos no podemos soportar más esta hecatombe que significa el socialismo extendiendo sus sucias maniobras destructoras, como una mancha de tinta china, por mucho más tiempo.
Es hora de ser valientes, es hora de mirar la realidad y afrontar los retos que nos demandan las circunstancias actuales.
Debemos entender que no podemos ser únicamente te espectadores en este drama, que todos tenemos un papel que cumplir para que Venezuela y el continente sea una tierra de libertad otra vez y para siempre.
2019-10-13
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