Jueves 12 de Diciembre - 2024
VENEZUELA
Escoge tu edición de 2001online.com favorita
Venezuela
América

Venezolanos venden sus pertenencias frente a sus casas para poder comer (+Fotos)

Martes, 22 de octubre de 2019 a las 08:00 pm
Suscríbete a nuestros canales

2001.com.ve

Una multitud de clientes hacía fila en sus vehículos al frente de su casa, en el oeste de Maracaibo, Venezuela, donde desde su juventud administraba un negocio en el que vendía periódicos, cigarrillos, café, tiques de lotería y bocadillos.

El quiosco mutó de facto en 2015. Hoy, es una venta de garaje. Sus productos ya no son novedades. Tienen tufo a antigüedad, a desgaste, a uso.

 

Henry Cervantes, exvendedor de diarios y revistas, ha tenido que vender hasta los viejos anaqueles de su quiosco para poder alimentarse.

 

He vendido hasta cauchos, zapatos, tubos, las protecciones de mis aires acondicionados. Lo hago pa’ defenderme”, cuenta Henry Cervantes, un venezolano de 48 años, mientras gesticula como quien se lleva un pedazo de comida a la boca.

Hoy, remata lo que le queda: dos sacos de traje de vestir sucios; una camisa de mangas cortas; revistas sobre la mujer y la salud de 15 y 20 años atrás; viejos libros y discos compactos; y películas pirateadas, entre ellas Los Juegos del Hambre e Invictus.

De su antiguo negocio, no quedan ni los anaqueles de diarios y revistas. “Tuve que venderlos. Ya no tengo capital y ahorita lo que te provoca es comer. Tengo el estómago medio vacío”, confiesa el hombre, delgadísimo.

 

Jaime Durán, de 63 años, combina su trabajo como obrero en una universidad con sus ventas de garaje en una de las urbanizaciones más grandes de Maracaibo.

 

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura reportó en julio pasado que la subalimentación en Venezuela aumentó casi cuatro veces entre 2012 y 2018 y advirtió que 6,8 millones de venezolanos no pueden alimentarse.

En ciudades como Maracaibo, en el occidente del país, fronteriza con Colombia, es común que ciudadanos pongan a la venta sus pertenencias en urbanizaciones de clases media y baja, cazando clientes que transitan a pie o en sus vehículos.

 

Las ventas de garaje tomaron auge en Venezuela hace cuatro años con la ola migratoria, pero hoy día se realizan para financiar necesidades básicas.

 

Las ventas de garaje en Venezuela no son un fenómeno nuevo.

El país, rico en hidrocarburos, atrajo a miles de trabajadores estadounidenses de compañías petroleras durante décadas. Gracias a ellos, se pusieron de moda costumbres como las ventas de garaje para renovar mobiliarios o financiar mudanzas.

Ellas tomaron auge desde 2015 con un tono diferente, sin embargo, desde que inició la ola migratoria de centenares de miles de venezolanos hacia otros países.

La mayoría vendía ropas, maquillajes, antigüedades y todo tipo de herencias familiares, como joyas, para cubrir los gastos de viajes y mudanzas al exterior.

En los últimos tiempos, a medida que la crisis económica arreció, el propósito de esos comercios caseros dio su enésimo giro: es vender para poder comer.

Gustavo Machado, economista y profesor de la Universidad del Zulia, explica que es una práctica comercial que busca paliar la crisis financiera que atraviesa el país.

Dada la insuficiencia de sus ingresos, los ciudadanos se ven obligados a liquidar sus activos para tener recursos para satisfacer sus necesidades”, detalla.

Antonio Cabrera, un ex transportista de 58 años, copa desde hace dos años la acera de su vivienda en la urbanización San Jacinto con electrodomésticos y muebles a la venta.

 

Las llamadas ventas de garaje en Maracaibo, en el occidente de Venezuela, están disponibles todos los días de la semana.

 

Sobre dos mesones, muestra taladros, una licuadora, una tostadora, una máquina de coser, una plancha de ropa, dos módem de Internet y múltiples herramientas.

Vendió en los últimos meses dos camas, un aire acondicionado y una cocina suyos para subsistir junto a sus dos hijos varones, mientras su esposa y su hija viven en Medellín, Colombia.

“Lo hago para comer, pero las ventas están malísimas”, apunta.

Este mes, no ha vendido un solo artículo. Esta tarde, comenzó a ofrecer a sus clientes paquetes de arepas asadas para intentar que repunten las ventas.

Antonio ha perdido 60 kilos de peso en dos años. Ingiere menos alimentos, admite. “Estamos controlando las comidas. Solo comemos dos veces al día”, dice.