Diario 2001
“Mami ya vengo que voy a ganarme unos reales subiendo gente”, le dijo Kelvin Bravo Riveros, de 19 años, a su madre, cuando agarró su moto y salió de su casa en el kilómetro ocho de la vía a El Junquito para trabajar junto a otros jóvenes en el barrio Santa Ana de Carapita, en el municipio Libertador, mientras los conductores que cubren esa ruta de transporte estaban paralizados, durante la noche del lunes, por la muerte violenta de uno de sus compañeros conocido como “Papo”, quien apareció sin vida el domingo en la ciudad de Los Teques, estado Miranda.
Keyla Riveros, madre del muchacho, contó que le advirtió para que tuviera cuidado en la calle. Su hijo argumentó que no se metía con nadie y salió. A las 7:30 de la noche, llamó por teléfono a su mamá y le pidió que le hiciera una arepa y la guardara. Para ese momento ya había ganado 1.500 bolívares y siguió con el servicio.
A las 9:30 de la noche, le avisaron a la abuela de la víctima que su nieto estaba en el hospital Dr. Pérez Carreño con varias heridas de bala. La familia llegó al sitio y lo encontraron muerto.
Según les contaron, dos hombres lo interceptaron en la calle Real de Santa Ana y le exigieron que se bajara de su moto, marca Bera, de color azul. Luego le dispararon en cinco oportunidades en el pecho. En el centro asistencial les entregaron a los familiares las pertenencias del joven, entre ellas, su billetera con el dinero que había obtenido de las carreras de esa noche, su cédula de identidad y demás documentos.
El vehículo en el que se trasladaba no aparece. No hay certeza si se lo llevaron los atacantes o alguien que vio lo que sucedió aprovechó para robársela.
Ayer en la mañana, el cadáver aún estaba en el hospital, mientras los allegados de la víctima esperaban afuera de la morgue de Bello Monte.
Antecedentes
Hace dos semanas, Kelvin jugaba con un sobrino afuera de su residencia. Esa noche llegaron unos hombres en motos a alta velocidad para dejar a una muchacha cerca de su casa. El chico se acercó y le pidió a la joven que les solicitara a sus amigos bajar la aceleración de los vehículos porque en la zona hay muchos niños.
“Sabes qué, te vamos a plomear”, le anunciaron a Bravo Riveros días después. Los mismos hombres lo pararon en la calle para reclamarle. Lo exhortaban a repetirles qué les había mandado a decir.
El muchacho llegó pálido a su casa para comentarle a su mamá lo que había ocurrido. Ella no sabe si ambos hechos están relacionados.
“Todos los días es lo mismo, me tocó a mí lamentablemente. Esto es diario, una situación diaria que vivimos las madres. No pido justicia porque nadie me va a devolver a mi hijo, por más justicia que uno pida”, exclamó la madre del fallecido, quien en vida no trabajaba, pero estaba graduado de bachiller y esperaba un cupo universitario para comenzar estudios de Ingeniería Mecánica en cualquier casa de estudios.
“No hay justicia, a todo el mundo le matan a un hijo a diario”, añadió mientras recordaba a su hijo de 19 años como un chico tranquilo que no le hacía daño a ninguna persona y al que le gustaba asistir a fiestas.