Hacer ejercicio después de los 60 años es fundamental para mantener una buena calidad de vida. A medida que envejecemos, el cuerpo pierde masa muscular, fuerza y flexibilidad, lo que puede afectar el equilibrio y aumentar el riesgo de caídas. El ejercicio regular ayuda a conservar la movilidad, fortalecer los músculos y mejorar la salud cardiovascular.
Mantenerse activo favorece la salud mental, reduciendo el riesgo de depresión, ansiedad y deterioro cognitivo. Actividades como caminar, nadar, hacer yoga o ejercicios de resistencia pueden adaptarse a las capacidades de cada persona y ofrecer grandes beneficios.
También ayuda a controlar enfermedades crónicas como la hipertensión, la diabetes o la osteoporosis. Más allá de lo físico, el ejercicio promueve la socialización y eleva el estado de ánimo.
A moverse en la tercera edad
El profesor Daniel E. Lieberman, experto en biología evolutiva de Harvard, desafía la idea de que a partir de los 65 años conviene reducir la actividad física. Por el contrario, sostiene que “hacer menos ejercicio” con la edad es perjudicial; en lugar de eso, “hay que hacerlo mejor”.
Desde un enfoque antropológico, Lieberman analiza cómo vivían nuestros antepasados cazadores-recolectores, donde no existía la jubilación, y los adultos mayores colaboraban activamente, recolectando alimentos y trabajando para la comunidad.
Esa forma de vida demuestra que estamos biológicamente diseñados para mantenernos activos toda la vida, y abandonar el movimiento es en realidad fruto del sedentarismo moderno.
Lieberman también destaca resultados del Estudio de Exalumnos de Harvard, que indicó que quienes hacían ejercicio a edades avanzadas redujeron su mortalidad en cerca de un 50 % comparado con los sedentarios. Esto se debe a que la actividad física estimula mecanismos de reparación y mantenimiento corporal que combaten el envejecimiento.
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