Redacción 2001 | EFE
Con tanta comida al alcance es difícil resistir la tentación, pero sucumbir a los excesos puede tener consecuencias desagradables para la salud. Moderarse en la mesa y aprender a detectar los ingredientes es clave para que las fiestas no pasen factura.
En una época del año en la que las comidas y cenas se suceden con frecuencia es necesario prestar atención a los alimentos que se consumen, pues el abuso de algunos de ellos puede traer desagradables sorpresas. Además, la mesura es fundamental para disfrutar de la gastronomía sin que la salud se resienta.
Uno de los principales elementos a tener en cuenta durante las fiestas navideñas es el colesterol. Se trata de una sustancia grasa que está presente de manera natural en el organismo y es necesaria para su correcto funcionamiento. Una parte del colesterol se produce en el hígado y otra se obtiene a través de los alimentos.
Enemigo invisible. La Fundación Española del Corazón indica que el nivel normal es de menos de 200 miligramos de colesterol por decilitro de sangre. Entre 200 y 240 mg/dl se entiende que el colesterol es normal/alto y está claramente alto cuando supera los 240 mg/dl.
“Cuando las células son incapaces de absorber todo el colesterol que circula por la sangre, el sobrante se deposita en las paredes de las arterias y contribuye a su progresivo estrechamiento, originando arterosclerosis”, expone la Fundación Española del Corazón.
“Está demostrado que las personas con niveles de colesterol en sangre de 240 tienen el doble de riesgo de sufrir un infarto de miocardio que aquellas con cifras de 200”, añade esta entidad.
Estos cambios transitorios hacen que los niveles de colesterol fluctúen y que puedan incrementarse hasta 10%. Es difícil objetivar dónde se encuentra el colesterol y percibir de una manera tangible estos aumentos, por ello consideramos que la hipercolesterolemia es el enemigo invisible de la Navidad”, apunta.
Entre los alimentos con un elevado contenido en colesterol se encuentran las vísceras, como los sesos o el hígado; los embutidos; dulces industriales; carnes rojas; quesos curados; mantequilla; nata y helados, entre otros. Esto no implica que dichos alimentos deban excluirse, pero no deben consumirse con mucha frecuencia.
“En caso de aumento de los niveles de colesterol durante las fiestas, es importante abordar la situación como prioridad del nuevo año, retomando los hábitos de vida saludables con sentido común y evitando los alimentos y comidas con altos contenidos en grasas”, recomienda la organización.
Ácido úrico y gota. Las personas con niveles elevados de ácido úrico en la sangre deben prestar especial atención a lo que comen. El ácido úrico es un producto de desecho que se forma cuando el organismo descompone unas sustancias, denominadas purinas, que se encuentran en algunos alimentos y bebidas.
Un exceso de ácido úrico en la sangre de manera prolongada puede dar lugar a la gota, una enfermedad que se produce por la formación de cristales de una sal del ácido úrico (urato de sodio) en los tejidos, sobre todo en las articulaciones.
A las personas con niveles elevados de ácido úrico, la reumatóloga María Ahijón les aconseja realizar entre tres y cinco comidas al día para evitar periodos prolongados de ayuno, ingerir agua en abundancia y llevar una dieta baja en purinas.
La especialista recomienda “disminuir el consumo de carnes rojas y vísceras, así como evitar las bebidas alcohólicas, especialmente la cerveza”. Dentro de los alimentos proteicos, los huevos son los más pobres en purinas y aconseja elegir pollo o pavo antes que otras carnes.
En esta época, es necesario controlar cuánta sal se consume. Aquí, hay tener en cuenta, no sólo la sal que se añade al plato con el salero, sino también la que contienen los alimentos.
“La sal puede provenir de alimentos elaborados, ya sea porque son particularmente ricos en sal, como los platos preparados; las carnes procesadas, como el tocino o el jamón; los quesos; o los tentempiés salados, entre otros; o bien porque suelen consumirse en grandes cantidades, por ejemplo el pan y los productos de cereales elaborados.
También se añade sal a los alimentos durante la cocción o bien en la mesa (salsa de soja, sal de mesa, etc.)”, aclaran desde la Organización Mundial de la Salud.
“Conviene saber que el gusto por el sabor salado es adquirido, es decir, educable. Por lo tanto, si reducimos la ingesta de sal, poco a poco conseguiremos inclinarnos hacia sabores menos salados”, indica Eva Gosenje, miembro del comité científico de la Academia Española de Nutrición y Dietética.
La recomendación de la OMS para los adultos es que consuman menos de cinco gramos de sal al día, es decir, un poco menos que una cuchara de té.
“Un consumo de sal inferior a cinco gramos diarios en el adulto contribuye a disminuir la tensión arterial y el riesgo de enfermedad cardiovascular, accidente cerebrovascular e infarto de miocardio”, manifiesta esta entidad.
Azúcar. Además de la sal, también hay que moderar el consumo de azúcar.
Según explica la OMS, los alimentos y bebidas ricos en azúcar “nos aportan un exceso de calorías que contribuye al aumento de peso, lo que puede dar lugar a sobrepeso y obesidad. Asimismo, el consumo de azúcar incrementa el riesgo de caries dental”.
2017-12-10