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La psicóloga, Dayana Barros, el Carnaval siempre implicaba marcharse de Sao Paulo a la ciudad de Salvador, en el nordeste de Brasil, donde participó en las famosas fiestas callejeras durante toda su infancia.
Pero en los últimos años, Sao Paulo ha experimentado una explosión de “blocos”, las fiestas de canción y baile que suelen asociarse con el Carnaval en el nordeste de Brasil y, más recientemente, con Río de Janeiro.
“Las cosas empezaron a ser parecidas aquí”, comentó barros, psicóloga de 28 años, que se prepara para celebrar las vacaciones en su ciudad natal por segundo año consecutivo.
La metrópolis, que muchos consideran demasiado formal y seria para ofrecer una buena fiesta, espera este año que cuatro millones de personas inunden sus calles, lo que sitúa las celebraciones en la capital financiera deBrasil en competencia con las de Salvador y Río.
“El objetivo para todo el mundo es tener el mejor Carnaval que ha tenido nunca la ciudad y, quién sabe, el mejor del país”, dijo el funcionario municipal Claudio Carvalho a la prensa en una rueda de prensa celebrando el reciente crecimiento del Carnaval de Sao Paulo.
El alcalde, Joao Doria, añadió que la ocupación hotelera para el periodo de festejos ya es de casi el 70%, en comparación con la media del 25% hace una década, cuando los hoteles de Sao Paulo consideraban el Carnaval como temporada baja.
Entonces, el lugar parecía casi una ciudad fantasma, con tiendas cerradas y gente de viaje en zonas más festivas de Brasil para celebrar la fiesta más señalada del año.
“El Carnaval callejero fue apagado durante varias décadas”, dijo Pedro Goncalves, que en 2013 cofundó “Bloco Bastardo”, que se centra en canciones tradicionales de Carnaval. “La tradición era irse de Sao Paulo”.
Aunque siempre hubo un puñado de blocos, cada vez más han ido apareciendo desde principios de esta década. La tendencia se aceleró en 2014 cuando el Ayuntamiento empezó a sacar las fiestas de un limbo legal al introducir regulaciones y ofrecer apoyo financiero, por ejemplo al cortar calles y proporcionar servicios portátiles.
Ese año hubo 200 fiestas callejeras, mientras que este año habrá casi 500.
“Es una explosión aquí, es como si la gente se hubiera contenido durante décadas y ahora quisieran recuperar las calles de Sao Paulo”, comentó Elba Ramalho, una conocida cantante de la ciudad nororiental de Recife, que el sábado lideró por primera vez una fiesta callejera en Sao Paulo.
Los cientos de blocos, grandes y pequeños, planeados en toda la ciudad incluyen celebraciones con temas tan diversos como los derechos LGBT, la cultura bantú y la música electrónica. Algunos invitan a los padres a llevar a sus bebés. Otras prometen pinchadiscos o desfiles más tradicionales con tambores.
Pero el Carnaval no es una fiesta cualquiera. Los brasileños la ven como una expresión y reflexión esencial de su cultura, y consideran el acto de tomar las calles como un importante freno al poder en un país que ha conocido dictaduras y que sigue sufriendo altos niveles de desigualdad.
“Es un derecho”, dijo Concalves. El Carnaval, afirmó, “está conectado con una sensación de ciudadanía y comunidad, de reunirse con gente cercana a ti y crear una cultura”.
El despertar de Sao Paulo forma parte de una tendencia más amplia de recuperar espacios urbanos, por ejemplo creando ciclovías o zonas peatonales. También ocurre en un momento de tremenda convulsión nacional.
El país registró en 2013 enormes protestas contra el gobierno, las manifestaciones más grandes registradas en Brasil en varias décadas. El país cayó después en una de sus recesiones más profundas de su historia reciente, su primera mujer presidente fue impugnada y depuesta, y la mayor investigación de corrupción en América Latina reveló una trama de sobornos sin precedentes.
Marcos Maia, historiador de la samba y el Carnaval, señalo que muchas ciudades han tenido sus festejos callejeros más exuberantes en los momentos más difíciles en el plano político o económico, ya que el Carnaval puede ofrecer una cierta catarsis.
De hecho, muchos citan la conexión del Carnaval con la inestabilidad política como un motivo por el que las fiestas callejeras habían sido sofocadas en Sao Paulo en un principio.
Cuando las celebraciones carnavalescas empezaron a crecer en la ciudad en las primeras décadas del siglo XX, las autoridades fomentaron la formación de escuelas de samba y fueron limitando de forma gradual los desfiles y competencias entre ellas a un puñado de avenidas para controlar los festejos.
La intolerancia a las celebraciones espontáneas creció durante la dictadura de 1964-1985 y fue especialmente estricta en Sao Paulo, que era un centro del movimiento sindical contrario al gobierno.
Este año, algunos vieron un eco de los esfuerzos pasados por controlar las fiestas en la propuesta del alcalde de trasladar varios blocos, de un barrio principal de celebraciones a una avenida que atraviesa el corazón de la ciudad. Los blocos se resistieron, y pudieron quedarse.
Ze Cury, director del bloco “Me Lembra Que Eu Vou”, o “Recuérdamelo y me iré”, dijo que la espontaneidad y la capacidad de elegir dónde se desfila son cruciales.
“El Carnaval pertenece a cualquiera que quiera hacerlo en la calle, punto”, dijo. “El Carnaval no tiene dueño, punto”.
2018-02-08