BBC MUNDO
Al parecer la forma como pensamos en el dolor tiene un efecto importante en la forma como realmente sentimos ese dolor.
Cuando después de golpearnos nos sobamos en la espinilla, por ejemplo, estimulamos un grupo distinto de nervios y esto nos permite enfocarnos en algo más que las señales que nos envían los receptores del dolor.
También se cree que puede haber una correlación ilusoria.
Es decir, la mayoría de los golpes sólo duelen agudamente unos segudos. Si gastamos esos segundos sobándonos la zona lesionada, lo más seguro es que pensemos que la sobada fue lo que alivió el dolor.