Queremos alcanzar la longevidad porque el deseo de vivir más tiempo y con mejor calidad de vida es inherente al ser humano. A medida que avanzan la ciencia y la medicina, aumenta nuestra esperanza de vida, pero también crecen nuestras aspiraciones de disfrutar esos años con salud, autonomía y propósito.
La longevidad no se trata solo de añadir años a la vida, sino de añadir vida a los años. Queremos más tiempo para compartir con nuestros seres queridos, cumplir metas, adquirir conocimientos y disfrutar del mundo que nos rodea.
En un contexto donde el envejecimiento poblacional es una realidad, alcanzar la longevidad saludable también representa una oportunidad para redefinir las etapas de la vida y valorar la experiencia de los mayores. En definitiva, aspirar a la longevidad es una expresión del amor por la vida.
Más años con calidad de vida
El doctor Hans Diehl Scharffenberg, médico adventista y defensor de la salud preventiva, promovió durante su vida varios principios clave para alargar la vida y mejorar la calidad de la misma.
Sus recomendaciones están respaldadas por investigaciones científicas y experiencias en comunidades longevas, como los adventistas del séptimo día de Loma Linda, California, quienes han sido objeto de estudios por su notable longevidad.
Scharffenberg recomendaba una alimentación basada principalmente en plantas, reduciendo o eliminando el consumo de carne, grasas saturadas y productos ultraprocesados.
Según estudios citados en The Blue Zones de Dan Buettner, las dietas vegetarianas ricas en frutas, verduras, cereales integrales y legumbres están asociadas con una mayor esperanza de vida y menor incidencia de enfermedades crónicas.
Aboga por el ejercicio físico regular, el descanso adecuado, la abstinencia de alcohol y tabaco, y la importancia de una vida espiritual activa y equilibrada. En su visión, la salud física y mental estaban profundamente conectadas con la fe y los valores personales.
En una entrevista recogida por la Universidad de Loma Linda, Scharffenberg explicó: “La longevidad no es cuestión de suerte, sino de estilo de vida consciente y coherente con las leyes naturales que Dios nos dio”.
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