Durante la menopausia, muchas mujeres sufren sofocos debido a los cambios hormonales que ocurren en su cuerpo, especialmente por la disminución de los niveles de estrógeno.
Esta hormona, además de regular el ciclo menstrual, participa en el control de la temperatura corporal. Cuando su nivel desciende, el hipotálamo (la parte del cerebro que regula la temperatura) se vuelve más sensible a pequeños cambios térmicos.
Como resultado, el cuerpo interpreta que está sobrecalentado y responde dilatando los vasos sanguíneos y aumentando el flujo de sangre hacia la piel para liberar calor.
Este proceso provoca la sensación repentina de calor intenso, sudoración y, a veces, palpitaciones. Los sofocos pueden durar desde unos segundos hasta varios minutos y suelen presentarse más frecuentemente durante la noche.
¡Cuida tus hormonas!
La endocrinóloga Paloma Gil señala que las hormonas juegan un papel central no solo en la reproducción, sino en la calidad de vida y el envejecimiento saludable.En particular, explica que el déficit de hormonas sexuales en la mujer puede dar lugar a síntomas relacionados con el envejecimiento: pérdida de masa muscular, cambios en la distribución de grasa, fatiga, insomnio, alteraciones del estado de ánimo, entre otros.
Uno de esos síntomas más comunes es el sofoco, frecuentemente asociado con la menopausia. Gil advierte que muchas mujeres han llegado a normalizar estos episodios de calor bajo la idea de que “son parte de envejecer”.
Sin embargo, ella defiende que eso es un error: aunque estos síntomas puedan ser habituales, no necesariamente son “normales” en cuanto a que no deban tratarse ni revisarse.
Gil sostiene que cuando se pasa por alto un desequilibrio hormonal, los síntomas pueden atribuirse erróneamente al paso del tiempo en lugar de a una alteración tratable.
Por eso, cuando no hay contraindicación, recomienda considerar la terapia hormonal sustitutiva, sobre todo en los primeros 10 años de menopausia, como una opción para aliviar los sofocos y mejorar la calidad de vida.
Además, subraya que esta terapia fue injustamente demonizada debido a estudios mal diseñados, y que muchos médicos ni siquiera la proponen actualmente.
Gil insiste en que muchos de estos síntomas sí pueden mitigarse mediante cambios en el estilo de vida (alimentación, ejercicio, descanso) y que no siempre debe interpretarse que “ya toca” tener sofocos o molestias por el solo hecho de la edad o de la menopausia.
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