En la actualidad, más del 15% de la población mundial presenta algún tipo de discapacidad, y tres cuartas partes de ella no reciben atención odontológica. A pesar de la mayor prevalencia que tienen de sufrir de enfermedades bucodentales.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), define la discapacidad como un término que incluye deficiencias de las funciones y/o estructuras corporales, limitaciones en la actividad, y restricciones en la participación e interacción entre un individuo y su entorno. Cuando se habla de pacientes especiales, se incluye dentro de esta clasificación a los pacientes médicamente comprometidos, con enfermedades sistémicas previas, de riesgo médico, pacientes complejos de edad avanzada, minusválidos físicos, psíquicos y sensoriales.
Manifestaciones odontológicas más frecuentes
Caries: debido a la falta de higiene, al tipo de dieta blanda que suelen tener estos pacientes, y a la falta de visitas control al odontólogo, la caries dental suele ser la patología más prevalente en las poblaciones de pacientes con discapacidad, principalmente en los grupos de pacientes ciegos, sordomudos y con parálisis cerebral.
Enfermedad periodontal: la enfermedad periodontal es una patología infecciosa crónica y multifactorial donde ocurre una progresiva destrucción de los tejidos de soporte del diente (hueso, ligamento y encía). El desarrollo de la enfermedad periodontal está dado inicialmente por la presencia de placa dental, pero existen factores de riesgo de tipo inmunológico, hormonal y celular, que pueden conducir a una evolución más rápida o agresiva. Los pacientes que presentan algún tipo de discapacidad, tienen una predisposición mayor a desarrollar enfermedad periodontal, principalmente en algunas como la neutropenia severa congénita, la agranulomatosis infantil genética, el síndrome de Chediak-Higashi, el síndrome de Down y el síndrome de Papillon-Lefevre. En el resto de las discapacidades, igualmente la predisposición está aumentada por la falta de higiene en el paciente.
Maloclusiones: existen diversas determinaciones genéticas que favorecen el desarrollo de maloclusiones en la mayoría de los pacientes con discapacidades físicas y psíquicas. Aunado a esto, existen múltiples hábitos como la respiración bucal, la succión digital y la interposición lingual. Debido a la falta de masticación, los pacientes autistas suelen presentar apiñamiento dentario, los pacientes con parálisis cerebral infantil, desarrollan mordidas abiertas anteriores severas por la falta de masticación. Por otro lado, los niños con síndrome de Down suelen presentar mordida cruzada o invertida.
Autolesiones: son actos de autoagresión, que resultan en un daño de los tejidos. El 7.7 y 22.8% de los pacientes especiales, suelen autolesionarse. Las conductas de autoagresión tienden a manifestarse en el contexto de desórdenes del desarrollo, como la discapacidad intelectual y el autismo; desórdenes psiquiátricos como el obsesivo compulsivo, la anorexia, la esquizofrenia y el desorden dismórfico corporal; desórdenes neurológicos como el síndrome de Tourette, neuroacantosis y el síndrome de dolor crónico. Estas pueden tener un origen neurológico, biológico o psicológico, y el paciente puede golpearse o morderse cualquier parte del cuerpo, principalmente las manos, cara y mandíbula.
¿Cómo se puede atender un paciente especial en el consultorio odontológico?
Existen diversas alternativas para la atención de los pacientes especiales, que van desde la aplicación de técnicas psicológicas para modificar su conducta, pasando por la restricción física, hasta el uso de medicamentos que disminuyan su ansiedad. En casos más complicados, se debe recurrir a la sedación profunda o la anestesia general, para poder tratarlos odontológicamente.
Tips para mejorar la salud bucal en los pacientes especiales
– Cepillarse por lo menos dos veces al día (mañana y noche).
– Iniciar el cepillado dental desde que erupcione el primer diente.
– Utilizar pasta dental con 1000 ppm o 0,24% de flúor.
– Acudir tres veces al año al odontólogo especialista, para su chequeo y limpieza profesional.
– No introducir dulces hasta los dos años de edad, y nunca agregar azúcar al biberón.
Por Mariana Morales
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