Los niños para tener un desarrollo infantil normal y sano, deben aprender a comer y es tarea de los padres enseñarlos. Ser comprensivos y tener paciencia, a veces no es tan sencillo. Lo más importante es que la alimentación sea sana, sin tensiones ni peleas. Comer de forma equilibrada desde los primeros años de vida requiere tiempo y esfuerzo, ya que en cada etapa los padres tienen una influencia diferente sobre los hábitos alimentarios de los hijos.
Y según la edad, el aprendizaje de los niños es distinto.
Enseñar a comer, por tanto, no es tan simple como saber que los niños tienen que tomar dos o tres piezas de fruta al día, dos raciones de verduras, tres o cuatro veces por semana pescado o dos raciones semanales de legumbres. Estas recomendaciones son pura teoría, fáciles de encontrar en los manuales de alimentación infantil. El verdadero reto para muchos progenitores es cómo llevar a la práctica la lección aprendida.
Comer bien tiene que ser un deseo, un convencimiento que va más allá de saber cantidades y frecuencias de consumo. Desde el momento del nacimiento, con la lactancia materna, se puede acostumbrar al niño a los diferentes sabores a partir de la leche que maman.
Con los años, el mensaje entre lo que se dice y lo que se hace debe ser coherente. El tipo de alimentación familiar tiende a ser imitada por los niños, por lo que elegir comidas sanas por parte de los padres es un auténtico ejercicio de responsabilidad, por la salud individual y por la de toda la familia.
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