Quilates, uno de los elementos que siempre ha caracterizado a la realeza a lo largo de la historia. No en vano, desde pequeñas, algunas niñas sueñan con una tiara de princesas. Y es que es muy característico de las distintas monarquías en el mundo, exhibir esas lujosas y relucientes piezas que forman parte de su legado. Ya que muchas tienen siglos brillando en eventos y con varios trajes.
La princesa consorte, Charlène de Mónaco, es la esposa del actual monarca de este principado europeo, Alberto II, con quien tiene dos hermosos hijos: Jaime y Gabriela. Esta mujer ha sido reconocida a lo largo de su carrera por su increíble trayectoria en la natación olímpica. Así como también por tener un estilo sobrio, elegante y sumamente minimalista; en el que siempre han resaltado cortes simples, brillo controlado y una joyería discreta.
Princesa de Mónaco sin joyas reales
Cualquiera tendría como conclusión que, al tener un título real, y más siendo la esposa del soberano, Charlène tendría acceso a la prestigiosa colección de joyas reales. Pero la realidad no es esta. Sí, parece algo absurdo, pero la verdad es que, a diferencia de otras princesas europeas, la consorte de este principado no ha heredado ni una sortija. Ninguna que haya pertenecido a algún monarca de la familia Grimaldi.
¿Esto a qué se debe? Pues la respuesta es muy sencilla, las piedras preciosas parecen formar parte de la línea de sucesión y de la herencia familiar. Cuando falleció Carlota Grimaldi, madre de Raniero III (padre de Alberto II y esposo de Grace Kelly); fue su nieta primogénita, Carolina, quien heredó las joyas reales. Saltándose una generación y desviando la línea sucesora, razón por la que la princesa Charlène nunca ha lucido las tiaras, ni gargantillas, sortijas o algún brazalete. Todo esto, porque la bisabuela del actual monarca se negó rotundamente a ceder sus piezas reales a la exactriz de Hollywood.
Las joyas que posee la princesa consorte, y que la hemos visto lucir de manera sofisticada e impecable, han sido regalos de su esposo, Alberto II de Mónaco. Son piezas creadas expresamente para ella, con joyeros relacionados a la familia y con elevados precios, pero no forman parte de la colección real de la familia Grimaldi.
Y estas tres son las más destacadas en la historia de su matrimonio:
Tiara-Collar Océan, de Van Cleef et Arpels
El príncipe Alberto confió en los joyeros franceses Van Cleef et Arpels, para crear el obsequio de boda para su mujer. Se trató de un collar, que también puede usarse como tiara, de 850 diamantes de talla brillante y 359 zafiros de tres diferentes tonalidades de azul. Representan la espuma del mar que bordea a este principado.
Además, cuenta con 11 diamantes de cuatro quilates cada uno, los cuales simbolizan las gotas de agua que se crean en el chocar de las olas con las piedras.
La Maison tiene el privilegio de ser joyero oficial del Principado, desde el año 1956. Por lo que no dudaron en aceptar la petición del Príncipe de diseñar esta joya convertible, con un peso total de 18 quilates. Se convirtió en una bocanada de aire fresco ante las piezas que forman parte de la colección familiar oficial.
Tiara de Lorenz Baümer, quilates puros
Este joyero francés fue el creador de la delicada y elegante pieza que Charlène utilizó en la fiesta posterior a su boda religiosa en 2011. Está realizada en diamantes, baguette y oro blanco, y según explica su creador, fue inspirada en el mar, la gran pasión de esta soberana.
Siendo ella parte fundamental del proceso creativo. Ya que su esposo le permitió formar parte de su sorpresa, por tratarse de una joya que luciría en su celebración matrimonial. La soberana tenía muy claro, desde el principio, cómo quería que fuera: sencilla e informal.
Su forma se asemeja a la cresta de una ola. Se recrea en 11 diamantes talla pera, que captan la atención discretamente. Lo que provoca un maravilloso juego de luces y un singular brillo que pasea en 11 varillas que concluyen con un diamante de ocho quilates.
Lo mejor, es que a esta sofisticada mujer le gusta hacer de sus joyas una pieza multifacética. Por lo que esta tiara, además de adornar el pelo, puede llevarse como collar y como broche.
El amor en anillos
En la colección de joyas de esta campeona olímpica que se convirtió en princesa, destacan dos anillos. El de compromiso, y el que se convertiría en su alianza matrimonial.
A la hora de demostrar sentimientos, un diamante es para siempre. Y no hay mejor manera de hacer una promesa de amor eterno que con un anillo de compromiso de diamantes. Específicamente uno de la casa de joyas italiana Repossi.
La pieza Téthys, es hecha en oro blanco, y destaca por el diamante central, con forma de pera y un peso de 3 quilates. Que, además, está bordeado de otros diamantes de talla brillante, y tiene un valor de 75.000 euros.
La alianza de 18 quilates de oro blanco y platino, de la firma francesa Cartier, fue la elegida por esta pareja para decirse “sí, acepto”. Minimalista y de corte clásico.
Una gran ocasión, una gran joya en quilates
Luego de su matrimonio en 2011, la princesa Charlène aprovechó para lucir una de las hermosas y originales joyas que su esposo le habría obsequiado.
La impresionante pieza de Van Cleef et Arpels, inspirada en el océano y con 850 diamantes. Fue la protagonista de su look en el baile de la Cruz Roja para ese mismo año.
En esta ocasión, esta joya, que fue utilizada como collar; se robó el protagonismo de las cámaras. Y complementó a la perfección el vestido corte sirena y escote palabra de honor, en color grosella, firmado por la venezolana Carolina Herrera.
Tres años después, en el 2014, Charlene retomó esta increíble prenda, esta vez en forma de tiara, posando para Vanessa von Zitzewitz, de la revista Hola!
La última ocasión en la que se le vio llevando su preciado y único obsequio fue en 2020. Durante su visita a Georgia; siendo estas tres ocasiones las únicas que públicamente se le ha visto con este diseño de joya tan particular.
Por Estefanía Roa
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