El desayuno es una de las comidas más importantes del día porque proporciona la energía necesaria para comenzar nuestras actividades con claridad mental y buen rendimiento físico. Después de varias horas de ayuno durante la noche, el cuerpo necesita nutrientes para reactivarse. Un desayuno equilibrado ayuda a mantener estables los niveles de glucosa en sangre, mejora la concentración y la memoria, y reduce la fatiga.
Además, hacer el desayuno a una hora adecuada, permite que el metabolismo se active de forma más eficiente. Saltarse esta comida o retrasarla en exceso puede provocar hambre excesiva más tarde, lo que a menudo conduce a elecciones poco saludables y a un aumento de peso. También puede afectar el estado de ánimo y la productividad.
¿Por qué hay que desayunar temprano?
El endocrino Francisco Rosero advierte que desayunar después de las 9:00 de la mañana representa un desafío significativo para nuestro metabolismo y sistema hormonal. Nuestro cuerpo opera con un ritmo circadiano: el cortisol, la "hormona del estrés", inicia un pico entre las 4:00 y 9:00 de la mañana, alcanzando su nivel máximo hacia las 8:00–9:00. Este crecimiento es normal y necesario y activa el sistema nervioso, facilita la movilización de energía y nos prepara para el día.
Cuando no se ingiere ningún alimento antes de las 9:00 a.m., el organismo interpreta que aún continúa en situación de ayuno, interpretándolo como una señal de estrés. En lugar de iniciar el descenso fisiológico, mantiene el cortisol elevado.
Rosero explica que “si no desayuno antes de las 9:00 a.m., mi cuerpo interpreta ese ayuno como una señal de estrés y no permite que el cortisol empiece a bajar, sino que lo mantiene alto”.
Este bloqueo del descenso natural tiene varios efectos adversos. El cuerpo recurre a la gluconeogénesis, que es la producción de glucosa a partir de las reservas propias, incluso del músculo, para garantizar energía disponible.
Esto eleva la glucemia y, si persiste, deteriora la sensibilidad a la insulina, promueve la inflamación crónica y predispone a enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2. De hecho, un estudio de ISGlobal encontró que desayunar después de las 9 aumenta en un 59 % el riesgo de desarrollar esta patología, comparado con hacerlo antes de las 8 de la mañana.
Para Rosero, la estrategia más efectiva consiste en romper el ayuno entre las 7:00 y 8:00 de la mañana, con una comida rica en proteínas. Esto envía al cuerpo la señal de que “todo está bien” y permite que el cortisol inicie su caída como corresponde.
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