Las dietas se realizan principalmente para mejorar la salud, perder peso, controlar enfermedades como la diabetes o la hipertensión, o alcanzar objetivos estéticos. Según la Organización Mundial de la Salud, una alimentación equilibrada contribuye a prevenir enfermedades no transmisibles y mejorar la calidad de vida.
Sin embargo, antes de iniciar una dieta, es fundamental considerar varios factores: el estado de salud general, necesidades nutricionales individuales, nivel de actividad física y posibles restricciones médicas. Además, no todas las dietas son adecuadas para todas las personas; algunas pueden provocar deficiencias nutricionales o efectos adversos si no se planifican correctamente. Por eso, se recomienda consultar con un profesional de la salud o un nutricionista antes de comenzar cualquier régimen alimenticio.
¿Por qué no bajamos de peso?
Tener un régimen alimenticio para bajar de peso es muy común, pero, aunque no lo creas, otra de las cosas comunes es hacer dieta y no perder peso. Muchas personas culpan a su metabolismo, pero hoy te contamos el por qué de este fenómeno.
Según la nutricionista Alejandra Piñeiro, no se trata de que tu metabolismo esté "roto" si no logras perder peso con dietas; el verdadero problema suele ser un estilo de vida excesivamente sedentario. Piñeiro explica que muchas personas se esfuerzan con la alimentación, siguen dietas estrictas… pero no adelgazan ni un gramo. Esto no ocurre porque el metabolismo falle de base, sino porque simplemente “no te mueves nada en todo el día”.
La nutricionista aclara que quienes llevan una vida sedentaria, pasan muchas horas sentados, apenas caminan, no suben escaleras y se mueven muy poco entre el trabajo y el hogar, tienen un gasto calórico basal muy bajo. Eso significa que, aunque coman “bien”, no queman suficientes calorías como para crear un déficit energético, imprescindible para perder grasa.
Cuando el gasto es tan bajo, la única forma de adelgazar sería reducir aún más la ingesta calórica, lo que convierte a las dietas en algo insostenible, ya que se vuelven excesivamente restrictivas.
Su conclusión y recomendación son claras, en lugar de obsesionarse con la dieta o creer que el metabolismo se ha “roto”, hay que activar el cuerpo a lo largo del día. Incluir pequeños cambios en la rutina como caminar más, subir escaleras o moverse con más frecuencia, puede aumentar sustancialmente el gasto calórico y hacer que las dietas sean más efectivas y sostenibles a largo plazo.
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