EFE
La exploración del espacio hace que el conocimiento de la humanidad se expanda de una manera más deprisa, asegura el astronauta español Pedro Duque, quien estos días se encuentra en Chile para dictar conferencias y participar en encuentros de divulgación científica.
A Duque, ingeniero aeronáutico e integrante del cuerpo de astronautas de la Agencia Espacial Europea, le gusta citar al escritor y científico británico Artur Charles Clarke (1917-2008), quien decía que "la única forma de descubrir los límites de lo posible es cruzarlos y aventurarse del lado de lo imposible".
"Gracias a estos retos del espacio, se produce una rápida evolución de las tecnologías, se hacen inventos que luego ayudan a la humanidad, en tecnologías que se vuelven imprescindibles", comentó durante una charla este domingo en el festival de Ciencia Puerto de Ideas Antofagasta 2017.
La conferencia de Pedro Duque, titulada "De viaje con un astronauta", estaba previsto que inaugurase este festival, una de los encuentros científico culturales mas importantes de América Latina, pero el vuelo de Washington se retrasó debido a las malas condiciones del tiempo.
El astronauta español, que en octubre de 1998 viajó a bordo del Discovery con destino a la Estación Espacial Internacional (ISS) y cinco años después repitió el viaje con la nave Soyuz, en esta ocasión tuvo que esperar a que la situación meteorológica cambiara para tomar el avión comercial.
Tal vez porque, como él señala, "las naves espaciales no se parecen ni siquiera a los aviones. Los motores, los materiales, el control térmico, la electricidad, las comunicaciones y la vida a bordo. Todo es distinto".
Pedro Duque, nacido en Madrid en 1963, hijo de emigrantes extremeños, insiste en que "la humanidad siempre ha sentido curiosidad por explorar".
"Ir al espacio supera en muchos órdenes de magnitud los problemas cotidianos. Entraña salir de la Tierra, acertar con el destino, dominar el vacío, vencer el problema de la radiación, la inmensa lejanía y la ingravidez, que afecta al cuerpo humano y a los equipos".
"Hay que superar muchos retos, entre ellos, el tecnológico", asegura.
Probablemente, ese fue el pensamiento que se le cruzó por la mente cuando en el viaje de regreso a la Tierra, Duque vio cómo los fragmentos del escudo térmico que se desprendían en contacto con la atmósfera pegaban en el ventanuco de la nave Soyuz TMA3 y provocaban pequeñas llamaradas anaranjadas.
"Ahí es cuando uno piensa: ‘¡Esta tecnología está un poco pillada por los pelos!'", comenta con ironía.
Pero otras estructuras de origen espacial resultan más sólidas, como el titanio que cubre el Museo Gugenheim, en Bilbao, cuya peculiar forma fue posible gracias a un programa aeronáutico de cálculo que se emplea para viajes espaciales.
"Es verdad que lo del museo no ha conseguido paliar el hambre en el mundo, pero son tecnologías que ayudan mucho, como los satélites de comunicaciones", subraya el astronauta.
Duque se explaya con ejemplos de avances aeroespaciales que han acabado incorporándose a la vida cotidiana, como el velcro o la tecnología de las cámaras digitales, cuya versión para celulares y tabletas se parece mucho a la descubierta por la NASA en 1990.
Y aunque la vida a bordo de una nave espacial es bastante más incómoda de lo que aparece en películas series Star Trek, el desafío de la exploración espacial no se detiene y ahora la mente está puesta en Marte.
A pesar de las incomodidades del viaje, "podemos enseñar a las personas a ir a Marte, ése no es un reto difícil", asegura Duque. Lo complicado es disponer de la tecnología avanzada que permita el regreso, algo que por el momento no está al alcance de la mano.
"La radiación que soportaron los astronautas que fueron a la Luna fue breve, pero en Marte sería más complicado. No tenemos una solución todavía", puntualiza.
Construir un hábitat que proteja de la radiación, no pasarse de largo en una nave que viaja a 50.000 kilómetros por hora y disponer de un cohete propulsor 19 veces más pesado que la nave son problemas que, según Duque, acabarán resolviéndose para hacer realidad el sueño de que un día el hombre llegue al planeta rojo.