La salud del cabello va más allá del brillo superficial: comienza en la fibra capilar. Esta estructura, formada principalmente por queratina, es la responsable de la resistencia, elasticidad y apariencia del pelo. Cuando la fibra está sana, el cabello se ve suave, fuerte y manejable. Sin embargo, factores como el uso excesivo de herramientas térmicas, tratamientos químicos, exposición al sol o una dieta deficiente pueden debilitarla, provocando quiebre, frizz y opacidad.
Mantener una fibra capilar saludable requiere cuidados específicos. El uso de productos nutritivos, ricos en proteínas y lípidos, ayuda a reparar daños y prevenir la deshidratación. Además, una alimentación balanceada, hidratación adecuada y protección frente a agresores externos son clave.
En un mundo donde la imagen personal tiene gran peso, la salud capilar se convierte en un reflejo del bienestar general. Cuidar la fibra capilar no es solo estética, sino una inversión en salud y confianza.
Aceite de coco para una melena radiante
El aceite de coco ha conquistado el mundo del cuidado capilar, y según la farmacéutica experta, Helena Rodero, se ha establecido como “el mejor para la resistencia de la fibra capilar y rellenar la cutícula”.
Su poder reside en su composición, especialmente el ácido láurico, un ácido graso de cadena media con alta afinidad por la estructura del pelo. Gracias a ello, penetra en profundidad, fortalece desde el interior, realza el brillo y reduce la pérdida de proteínas.
Este aceite es ideal para aplicar como prelavado: se recomienda sobre cabello seco y dejándolo actuar entre 15 y 30 minutos antes de lavar. Esta técnica asegura resultados visibles como mayor resistencia, cutículas rellenas y mejor protección contra dañinos factores externos, como la pérdida de color.
Sin embargo, su uso debe adaptarse al tipo de cabello. En cabellos gruesos o secos, se puede emplear con mayor generosidad debido a su capacidad para domar el encrespamiento y aportar nutrición. Pero quienes tengan melena fina o tendencia grasa deben usarlo con precaución, con cantidades reducidas y preferiblemente en medios y puntas, para evitar apelmazamiento.
Además de su función fortalecedora, crea una barrera protectora frente al sol, cloro o sal marina, lo que lo convierte en aliado en verano. A pesar de ello, Rodero insiste en no aplicarlo directamente sobre el cuero cabelludo, pues este requiere limpieza y no nutrición grasa.
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