El Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) es según el sitio web Clínic Barcelona una enfermedad mental grave que se relaciona con una conducta alterada respecto a los hábitos alimenticios, y que se traduce en comer de manera descontrolada, hasta evitar la ingesta de alimentos.
Generalmente afecta a adolescentes y mujeres jóvenes, pero no se descarta que ocurra en niños y hombres de distintas edades.
Los más comunes son la anorexia y la bulimia, y pueden ocurrir en cualquier raza, grupo étnico y a cualquier edad.
¿Cómo se reconoce el Trastorno de la Conducta Alimentaria?
Se reconoce por un patrón persistente de comer de manera no saludable o de hacer dietas de manera desproporcionada y poco saludables, con el objeto de controlar el peso. Estos patrones están asociados con angustia emocional, física y social.
Refiere el sitio web La Vanguardia, es una de las afecciones más complejas y menos visibles en el ámbito de la salud mental.
En tal sentido, el diagnóstico del TCA se da a partir de los síntomas y de una revisión de las conductas y los hábitos alimenticios de la persona.
¿Qué hacer para evitarlo?
Por años se ha visto el ejercicio como una actividad contraproducente en personas con Trastorno de la Conducta Alimentaria, y esto se debe a que, a menudo, estas personas llevan la actividad física al extremo y así poder quemar las calorías consumidas a través de la ingesta de alimentos. Además, el ejercicio se vincula con la obsesión por mantener el control de peso y esto puede intensificar el malestar psicológico en estas personas.
No obstante, expertos del Hospital Clínc Barcelona apuntan que, “bajo una planificación rigurosa y con la supervisión adecuada, el ejercicio podría aportar beneficios en determinadas fases de la recuperación”.
Es decir, la clave está en adaptar dichos ejercicios a las necesidades físicas y emocionales de cada persona; ya que los estudios más recientes al respecto, sugieren que, cuando se regula adecuadamente la frecuencia, intensidad y tipo de actividad, el ejercicio puede contribuir a mejorar la autoestima y la estabilidad emocional, sin que esto incite a la obsesión por el peso.
En conclusión, expertos indican que el ejercicio en un entorno terapéutico bien estructurado puede reforzar la conexión con el cuerpo, aliviar tensiones y promover una fortaleza interior más saludable.
Por tanto, el ejercicio podría desempeñar un papel positivo en la recuperación de las personas con Trastorno de la Conducta Alimentaria, ayudando a mejorar no solo su aspecto físico, sino también su bienestar emocional.
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