Bélgica tiene desde hoy nuevos monarcas, Felipe y Matilde, tras la abdicación presentada por el hasta ahora rey Alberto II. A sus 53 años, Felipe I está "bien preparado" para su nueva tarea, como dijo su padre antes de abrirle el camino, pero a muchos les preocupa su falta de carisma.
Además, hay quienes temen que el nuevo rey no sea tan eficaz como su padre a la hora de preservar la unidad de Bélgica, donde cada vez son mayores las tensiones entre la comunidad flamenca, de habla neerlandesa, y la valona, francoparlante.
Felipe es piloto de guerra y, entre otros, cursó un máster en Ciencias Políticas en la Universidad de Stanford. Durante su etapa como heredero, representó a Bélgica en misiones económicas por todo el mundo como presidente de la cámara de comercio del país.
"El príncipe Felipe se ha preparado para su futura función con mucha seriedad y un gran sentido de la responsabilidad", dijo el primer ministro belga, Elio Di Rupo.
Según expertos, su consabida timidez quizá no sea un lastre tan grande, pues a partir de ahora sus interacciones públicas estarán mucho más limitadas. El rey "no concede entrevistas, no habla de política en público y no entra en debate con otras figuras públicas", señala la web del gobierno belga.
Felipe, de 53 años, lleva casi 14 casado con Matilde, de 40. La nueva reina de Bélgica es de origen noble belga y polaco. La pareja, que se conoció en una cancha de tenis, tiene cuatro hijos: la heredera Elisabeth, de 11 años; Gabriel, de nueve, Emmanuel, de siete, y Eléonore, de cinco.
La fotogénica Matilde atrajo notablemente la atracción de los medios en vísperas de la abdicación. Considera más abierta y carismática que su marido, esta logopeda de profesión tenía su propia consulta en Bruselas durante los años 90. Además de neerlandés y francés, habla inglés e italiano fluidos.
La Constitución no prevé un papel específico para la reina. Matilde participa activamente en varios proyectos sociales y humanitarios, entre otros como presidenta honorífica de UNICEF en Bélgica. Como su familia tiene raíces tanto en Flandes como en Valonia, se la considera símbolo de unidad./DPA