Masticar chicle es una actividad común que puede tener tanto beneficios como desventajas. Uno de los principales beneficios es que masticar chicle sin azúcar puede estimular la producción de saliva, lo que ayuda a neutralizar los ácidos en la boca y a reducir el riesgo de caries. También puede ayudar a refrescar el aliento y, en algunos casos, a reducir la ansiedad o el estrés. Algunas personas encuentran que masticar chicle les ayuda a concentrarse mejor durante tareas largas o monótonas.
Sin embargo, existen algunos aspectos negativos relacionados con el hábito de masticar chicle, especialmente si se hace en exceso o si el chicle contiene azúcar. Los chicles azucarados pueden contribuir a la aparición de caries, ya que el azúcar alimenta a las bacterias presentes en la boca, lo que puede aumentar la formación de placa dental. Además, masticar chicle en exceso puede llevar a problemas en la mandíbula, como el trastorno de la articulación temporomandibular (ATM), una afección que causa dolor en la mandíbula y dificultad para masticar.
Otro aspecto a considerar es que masticar chicle en exceso puede generar problemas digestivos. Al masticar, se traga aire, lo que puede provocar hinchazón y gases en algunas personas. También se ha sugerido que masticar chicle de manera prolongada puede alterar los patrones alimenticios, ya que algunas personas lo utilizan para suprimir el apetito, lo que podría llevar a una ingesta inadecuada de alimentos.
En cuanto al impacto ambiental, el chicle tradicional está hecho de una base sintética no biodegradable, lo que lo convierte en una fuente de contaminación, especialmente cuando no se desecha adecuadamente. Las ciudades gastan millones de dólares al año en la limpieza de chicles pegados en las aceras.
Dicho esto, se puede decir que masticar chicle de forma moderada y preferiblemente sin azúcar puede tener algunos beneficios para la salud bucal, pero el exceso puede generar problemas de salud y ambientales.
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