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Sorolla, el pintor que acostumbró los ojos estadounidenses al impresionismo

Sabado, 08 de febrero de 2014 a las 07:30 pm
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EFE

Expertos de ambos lados del Atlántico reivindicaron hoy que Joaquín Sorolla (1863-1923), el pintor de la luz mediterránea, abrió las puertas del impresionismo al gran público estadounidense de principios del siglo XX y generó un creciente interés por la estética española.

Expertos que han seguido el rastro de las obras del valenciano, han reparado sus lienzos y han estudiado sus influencias participaron en un simposio internacional en Dallas (Texas), paralelo a la exposición "Sorolla y América", que se exhibe en el Museo Meadows hasta abril y llegará a Madrid en septiembre de 2014.

Los dos viajes de Sorolla a Estados Unidos, en 1909 y 1911, fueron tan fructíferos que ahora, más de un siglo después, dan lugar a esta exposición de unas 160 obras.

En Dallas, se han reunido las pinturas que Sorolla exhibió en el país, pero también las piezas que forman parte de colecciones estadounidenses y los retratos que le encargó la clase adinerada, maravillada por la estética y la luz de ese español que hacía las Américas.

Blanca Pons-Sorolla, bisnieta del pintor y comisaria invitada en la exposición, consideró que su bisabuelo consiguió adaptar el ojo del gran público estadounidense de la época a la corriente impresionista.

No en vano, en tan solo un mes, 160.000 visitantes vieron su primera exposición en Nueva York y 100.000 en Chicago, en una época en la que -para hacerse una idea- su Valencia natal tenía 200.000 habitantes.

"Además de su gran naturalidad, sus pinturas son estimulantes porque Sorolla inyecta su propia perspectiva de las cosas y su capacidad de capturar la vida", explicó Pons-Sorolla, una referencia imprescindible para entender al artista valenciano.

Pons-Sorolla cree que el maestro de la luz supo acostumbrar a los estadounidenses a una nueva concepción de la pintura gracias a la "belleza propia del impresionismo para capturar escenas" y la "desintegración de colores y formas".

Parte de la belleza la conseguía con la falta de detalles, parte de la excelencia la demostraba con su capacidad de "concentrar la esencia de las cosas" y parte de su naturalidad la exhibía "sin rastro de duda" en su pincelada, en opinión de la bisnieta.

De hecho ella, Blanca Pons-Sorolla, es quien engendró la actual exposición, que es fruto de dos años y medio de recopilación y de décadas de trabajo para localizar las obras.

El curador jefe de The Hispanic Society of America, Marcus Burke, también estableció un paralelismo entre paisajes marinos de Joaquín Sorolla y obras del francés Claude Monet, considerado el padre del impresionismo.

La Hispanic Society of America es, de hecho, la pieza clave para entender la aventura estadounidense de Sorolla: el fundador de esta institución filohispánica en Nueva York fue el gran mecenas del valenciano en territorio americano, Archer Milton Huntington.

Por entonces, Huntington era el segundo hombre más rico de Nueva York, ayudó a Sorolla a "saltar el charco" y le encargó los murales gigantescos sobre la vida cotidiana de la Península Ibérica de principios del siglo XX.

Burke resaltó la pasión del mecenas -y de la sociedad alta del momento en EE.UU.- por la etnografía de España y Latinoamérica, por la cotidianidad mediterránea y por escenas, como las de niños corriendo desnudos en la playa, que sorprendentemente no significaron "una violación de la estética puritana estadounidense".

Para el experto, los dos viajes de Sorolla no sólo "lo hicieron un hombre rico", provocaron el clamor de la crítica y lo consolidaron como un pintor de masas, también facilitaron a otros artistas españoles probar suerte en las Américas y empujaron a estadounidenses a descubrir España "in situ".

La profesora de la Universidad de Georgia Alisa Luxenberg sostuvo que Sorolla esquivó los estereotípicos de las costumbres españolas y presentó una España positiva.

Así, nadie se flagela en las procesiones de Semana Santa, no hay sangre en las imágenes de tauromaquia y no existe la provocación sexual ni en bailarinas ni bailaoras.

Lucía Martínez, conservadora del Museo del Prado de Madrid, desveló cómo repararon las obras, recuperaron los colores y consiguieron la luz original para mostrar al público estadounidense al mejor Sorolla, más de un siglo después de su aventura americana en vida.

Una aventura en la que retrató en la Casa Blanca a un presidente estadounidense, recaudó más que nadie por sus obras y produjo hasta 58 retratos a raíz del gran éxito de público y crítica que cosechó en Nueva York.