Mantener la lechuga crujiente y fresca puede parecer una tarea complicada, especialmente si la compras en grandes cantidades o si no la consumes de inmediato. Sin embargo, existe un truco sencillo y muy eficaz que te permitirá conservarla durante más tiempo sin que pierda su textura ni sabor.
Truco sencillo para un vegetal fresco
El secreto está en almacenar la lechuga correctamente desde el primer momento. Apenas llegues a casa después de hacer la compra, lretira el tallo de la lechuga y procede a lavarla bien con agua fría para eliminar restos de tierra o pesticidas.
Luego, sécala completamente. Este paso es fundamental, ya que la humedad es el principal enemigo de las hojas verdes. Puedes usar una centrifugadora de verduras o secarlas suavemente con toallas de papel. Cuanto más seca quede la lechuga, mejor.
Una vez seca, el truco más efectivo consiste en envolver la lechuga en toallas de papel absorbente y guardarla dentro de un recipiente hermético. Las toallas de papel absorberán cualquier humedad residual y evitarán que las hojas se marchiten o se pongan blandas. Es importante cambiar el papel si se humedece demasiado con el tiempo.
Otra opción muy útil es guardar la lechuga ya cortada en un recipiente de vidrio con una capa de papel en el fondo y otra encima, bien sellado, y guardarlo en el refrigerador. Esta técnica no solo prolonga la frescura, sino que además te ahorra tiempo al momento de preparar ensaladas o acompañamientos.
Si prefieres una técnica aún más duradera, puedes almacenar las hojas enteras (sin cortar) en un frasco grande de vidrio con tapa, intercalando capas de hojas con papel absorbente. Este método puede mantener la lechuga crujiente por hasta dos semanas.
Además, es recomendable colocar el recipiente en una de las zonas menos frías del refrigerador, como el cajón de vegetales, para evitar que las hojas se congelen o se quemen con el frío.
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