Orlando Suárez
“Y es que yo quiero tanto a mi Caracas/ que solo pido a Dios cuando yo muera/ en vez de una oración sobre mi tumba/ el último compás de Alma Llanera”. Esa voluntad expresa por el maestro Luis María Frómeta en su popular “Canto a Caracas” fue cumplida por sus deudos, cuando falleció el 5 de mayo de 1988.
La noticia entristeció al país en general y a la capital en particular, por las condiciones en que llegó.
El 26 de abril, durante un ensayo en la sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño, los integrantes de la Orquesta Sinfónica de Venezuela estrenaron “Un cubano en Caracas”, pieza concebida por el maestro a partir de la fusión de “El manisero” y “Alma llanera”. Al término de la interpretación, los músicos se pusieron de pie y lo tributaron con una ovación que duró varios minutos. Las lágrimas asoaron.
La emoción hizo estragos. Un desfallecimiento motivó el traslado del cuerpo de 72 años a la Policlínica Santiago de León de Caracas, donde el diagnóstico médico fue claro: derrame cerebral. No superó el coma.
Los restos del músico, comopsitor y director de orquesta fueron trasladados al Concejo Municipal de Caracas, donde fue despedido por muchos de quienes bailaron sus populares creaciones.
Posteriormente, se concretó el traslado al Cementerio del Este, donde se cumplió su último voluntad y los acordes del “Alma llanera” le dijeron adiós.
Así terminó la vida de Luis María Frómeta Pereira, quien nació el 15 de noviembre de 1915 en Santo Domingo. Sus padres, el abogado José María y Olimpia, fijaron residencia en San Francisco de Macorís, donde el pequeño tuvo la oportunidad de estudiar música.
Recibió clases de teoría y solfeo con Sixto Brea, de armonía y composición con Rafael Pimentel y de saxofón y clarinete con Oguis Negrete.
Sus capacidades eran tales que a los 15 años fundó y dirigió la banda del Cuerpo de Bomberos de Santo Domingo. Al tiempo repetiría la experiencia con la Orquesta Sinfónica de Santo Domingo.
Ya a los 17 daba clases de guitarra a domicilio y realizaba arreglos para diferentes agrupaciones de su país. Sin embargo, el panorama cambió cuando Freddy Coronado lo contrató para integrar la orquesta que acompañaba a los artistas internacionales durante su visita a la isla. El mismo Coronado lo animó a crear el Conjunto Tropical, que contó con el apoyo de la radioemisora Hin.
Junto a Coronado aceptó participar en Santo Domingo Jazz Band, al lado de Francisco Damirón y José Ernesto Chapuseaux. Asumió la dirección cuando Damirón decidió residenciarse en Puerto Rico.
Al tiempo que desarrollaba su carrera musical, incursionó en los estudios de Medicina. Al llegar a tercer año, fue asignado al hospital militar. La orden de que debía usar uniforme castrense y su negativa a cumplirla concluyeron en la expulsión de la Academia. No podía ocultar su rechazo a la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo.
Pero su vida cambió definitivamente el 31 de diciembre de 1937. Ese día llegó a Caracas para cumplir con un contrato en el club Roof Garden. Los dueños del local le cambiaron el nombre a la agrupación por el de Billo’s Happy Boys, sin cumplir con la adecuada notificación.
El hecho originó un gran conflicto, debido a que en la isla consideraron que era un agravio desincorporar el nombre de la capital dominicana de los carteles. El percance alargó la estancia en Venezuela.
Mientras tanto, surgió la oportunidad de participar en la película “Taboga” y de realizar una primera grabación discográfica con el sello RCA Víctor.
También le permitió a Luis María estrechar vínculos amistosos con el compositor mexicano Agustín Lara, quien vivía en Caracas. Lara componía temas utilizando un seudónimo para burlar el contrato de exclusividad que tenía con una empresa discográfica.
En 1939, Frómeta contrajo tifus. Los médicos lo desauciaron. Contra todo pronóstico, se recuperó y un año después creó su mayor obra: Billo’s Caracas Boys. Con ella acompañó a Alfredo Sadel y a Vinicio Adames, entre otras rutilantes figuras del mundo del pentagrama.
A partir de ese momento, su carrera fue en ascenso. Los programas de radio fueron grandes aliados para la proyección de la orquesta. Todo iba de maravillas hasta 1956, cuando fue acusado de bigamia. La condena determinó 100 días de prisión que cumplió hasta febrero de 1957.
El escándalo disolvió la empresa y los contratos que había firmado con patrocinantes y con radioemisoras. A ello se sumo el veto de la Asociación de Músicos del Distrito Federal y Estado Miranda, por haber tocado para el dictador Marcos Pérez Jiménez y sus secuaces. En ese momento apareció Renato Capriles, tal y como se relata en nota aparte.
Los nubarrones se despejaron en 1960. Desapareció el veto y logró rescatar su orquesta, con dos cantantes de armas tomar: Felipe Pirela y Cheo García. Nació el primer long play titulado “Paula”, en honor a la descollante figura de la televisión Paula Bellini. Este trabajo salió sellado por Gramcko, aunque al poco tiempo Billo aceptó cambiar a Discomoda hasta que decidió crear su propia empresa.
Con ella pudo apoyar a otros talentos emergentes como Rosalinda García y Trino Mora. La mantuvo operativa hasta 1968 cuando sospechó que se había producido una estafa.
Además de su fructífera carrera musical, Luis María Frómeta tuvo una vida personal intensa. Registró tres matrimonios (Mercedes Olimpia Senior, Haydée Grillo Rodríguez y Morella Peraza) y sumó 13 hijos, quienes debieron resolver sus diferencias en tribunales porque no se pusieron de acuerdo sobre la repartición hereditaria. Más allá de ese capítulo, la historia de Billo Frómeta está escrita con alegría, amor y eternidad.
2018-05-05
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