Los entendidos en la materia han estudiado durante décadas cómo la música que preferimos refleja aspectos de nuestra personalidad, emociones y valores. Según investigaciones en psicología musical, nuestras elecciones musicales no son aleatorias, sino que están influenciadas por características internas y factores sociales.
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Uno de los modelos más influyentes para entender esta relación es el de los "cinco grandes rasgos de personalidad" (apertura, responsabilidad, extroversión, amabilidad y estabilidad emocional).
Estudios indican, por ejemplo, que quienes disfrutan del jazz o la música clásica tienden a ser personas abiertas, con una inclinación hacia la creatividad y la reflexión. Por otro lado, los amantes del pop suelen ser más extrovertidos y sociables, mientras que quienes prefieren géneros como el heavy metal a menudo son introspectivos, aunque sorprendentemente, suelen ser amables y calmados.
Además de la personalidad, la música puede revelar estados emocionales y aspiraciones. Por ejemplo, las personas que escuchan canciones melancólicas o introspectivas a menudo están explorando emociones complejas o buscando consuelo. En cambio, quienes prefieren música bailable o de ritmo rápido pueden estar buscando energía o un sentido de conexión social.
El contexto cultural y social también juega un papel crucial. La música que elegimos puede servir como una forma de identidad, ayudándonos a conectarnos con grupos sociales o a expresar valores específicos. Los adolescentes, por ejemplo, suelen usar sus gustos musicales para definir su identidad durante la transición a la adultez.
Por último, los expertos destacan que nuestras preferencias musicales no son estáticas. A lo largo de la vida, pueden cambiar en respuesta a nuevas experiencias, emociones o situaciones. Esto refuerza la idea de que la música no solo refleja quiénes somos, sino que también puede influir en cómo nos sentimos y en cómo interactuamos con el mundo.
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