La felicidad es un estado subjetivo influenciado por diversos factores internos y externos. Según estudios de la psicología positiva, como los de Martin Seligman, una persona feliz tiende a experimentar emociones positivas con frecuencia, involucrarse en actividades significativas y tener relaciones personales satisfactorias.
Un estudio de la Universidad de Harvard, concluye que las relaciones cercanas son el factor más determinante para una vida feliz y saludable. Por otro lado, el psicólogo Daniel Kahneman diferencia entre el bienestar experimentado (emociones del momento) y el evaluado (cómo las personas valoran su vida en general), y ambos influyen en la percepción de felicidad.
Finalmente, cultivar gratitud, tener metas personales y practicar la compasión también se relacionan con mayores niveles de felicidad.
Felicidad plena
Conociendo unos de los parámetros para conseguir la felicidad, algunos psicólogos aeguran que hay una década especial, donde los nacidos en ella son las personas más felices en la actualidad.
Nos referimos a los nacidos entre los años 1960 y 1970. Estas personas tienden a reportar mayores niveles de felicidad a lo largo de su vida. Esta percepción se basa en una combinación de factores históricos, sociales y económicos que caracterizaron su infancia y juventud, teniendo una curva de la felicidad más elevada en comparación con otras generaciones.
Esta curva representa cómo cambia la percepción de felicidad a lo largo de la vida, y en este grupo suele mantenerse estable o incluso ascender con los años.
Una de las razones principales es el contexto histórico en el que crecieron. La infancia y adolescencia de estas personas transcurrió durante décadas de relativa estabilidad política y crecimiento económico en muchos países, especialmente en Occidente. Disfrutaron de mayor libertad social, el auge de los derechos civiles y una vida menos digitalizada, lo que fortaleció sus habilidades sociales y su sentido de comunidad.
Además, esta generación ha alcanzado la adultez y la madurez sin la presión constante de las redes sociales ni la sobreestimulación tecnológica que enfrentan generaciones más jóvenes. Esto ha permitido una mayor introspección, gratitud por los logros alcanzados y una mayor capacidad de adaptación frente a los desafíos de la vida.
Los expertos también destacan que estas personas han tenido tiempo suficiente para reevaluar sus prioridades, enfocándose más en las relaciones personales, la salud mental y el equilibrio entre vida personal y laboral.
Este enfoque maduro y consciente ha llevado a que, incluso en edades avanzadas, reporten niveles altos de satisfacción vital y bienestar emocional, consolidando una curva de felicidad sostenida y, en muchos casos, creciente.
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