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Elizabeth Smart detalla secuestro en "My Story"

Domingo, 06 de octubre de 2013 a las 07:30 pm
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Minutos después de que la joven de 14 años Elizabeth Smart fuera secuestrada de su casa a altas horas de la noche, un coche patrulla pasó lentamente por la calle del vecindario donde vivía.

El individuo que se la había llevado la obligó cuchillo en mano a que se mantuviera en el suelo y le dijo en voz baja: "¡Si te mueves te mato!"

Fue una de las tantas veces fugaces que Smart vio cómo se desvanecía cualquier posible rescate durante los nueve meses que duró su horrible experiencia, según narra en su libro "My Story" (mi historia), de 308 páginas, que sacó a la venta el lunes la casa editorial St. Martin’s Press.

Smart dijo que estaba tan aterrorizada del predicador callejero que la había secuestrado que cuando la rescató la policía en un suburbio de Salt Lake City en marzo de 2003, apenas atinó a identificarse con cierta renuencia.

Entre la desilusión de las oportunidades perdidas de que la salvaran, escribe Smart, fue tratada como objeto sexual por Brian David Mitchell y como esclava por la esposa de éste, Wanda Barzee. Durante días la mujer le negaba agua y comida.

Un fiscal federal había descrito lo sucedido a Smart como el secuestro del siglo. La menor, mormona apacible y devota que tocaba la armónica y amaba a los caballos, había desaparecido de su casa sin dejar rastro en el norte de Salt Lake City.

Smart, hoy de 25 años, vive casada en Park City, Utah, está por obtener una licenciatura en música en la Universidad Brigham Young y viaja por el país dando conferencias y haciendo activismo.

Creó la Fundación Elizabeth Smart para incrementar la conciencia sobre los delitos de que son víctimas los menores. Para ella, el libro fue otra forma de cerrar este capítulo de nueve meses de brutalidad en su vida.

"Quiero que la gente sepa que soy feliz con mi vida en este momento", declaró Elizabeth Smart a The Associated Press. "Más aun, asimismo quisiera llegar a las personas que podrían no encontrarse en una buena situación. Quizá atraviesan una situación similar a la que viví", apuntó.

Smart expresó confianza en que el libro, que la AP recibió antes de que saliera a la venta, ayude a otras víctimas a que sepan que es posible ser feliz y seguir adelante con sus vidas después de este tipo de experiencias y para revelarles qué pasaba por la mente de ella durante sus "nueve meses de infierno", como describió este trance.

Smart escribió su relato con asistencia de Chris Stewart, legislador de Utah que es autor de libros de temas religiosos y patrióticos.

Smart afirma que no le interesa comprender a Mitchell, aunque el libro abre una ventana sobre la personalidad de este individuo. Mitchell era un tipo de Salt Lake City que usaba bata y sandalias; le echó el ojo a Smart la primera vez cuando la madre de ella le ofreció cinco dólares y trabajo en la casa de la familia.

En ese momento, Mitchell decidió llevársela como la segunda de las cinco esposas que quería tener, le dijo él mismo después.

Según Smart, Mitchell creía que podía tomar cualquier cosa en el mundo que quisiera, y que era un hombre al que nunca le importaban los demás y que incluso vociferaba contra Dios. Smart lo describió como un "pedófilo manipulador, antisocial y narcisista".

Con ese telón de fondo, el libro narra una serie de rescates que nunca se concretaron, el más notable el de un detective de homicidios que interrogó a Mitchell en una biblioteca del centro de Salt Lake City.

Por abajo de una mesa, la mujer Barzee apretaba con fuerza con los dedos de su mano el muslo de Smart.

La menor, disfrazada con una bata sucia y un velo, permaneció en silencio mientras recordaba las reiteradas amenazas de la pareja de que matarían a su familia si intentaba salvarse.

En el libro se cuenta otro posible rescate que estuvo cerca. Apenas días después del secuestro, un helicóptero pasó por un campamento improvisado en las montañas a sólo ocho kilómetros (cinco millas) de la casa de Smart. En el lugar, la mantenían atada a árboles con cables de acero.

La obligaron a ingresar en una tienda de campaña mientras el viento de los rotores del helicóptero movía los arboles alrededor. Tras un minuto eterno, Smart vio alejarse lentamente al helicóptero. La nave jamás volvió. Mitchell lo consideró otra señal favorable de Dios.

"¿Por qué no grite para pedir auxilio?", reflexiona Smart. La respuesta "se reduce al temor". La menor consideraba invencible a Mitchell. A pesar de cometer fechorías durante años, el hombre nunca estuvo más de unos cuantos días en prisión.

Después del rescate de Smart, Mitchell eludió durante más de seis años a los tribunales estatales; los procesos se atascaban en las audiencias para decidir su competencia mental. Los fiscales federales tomaron el caso y un juez falló que el acusado fingía trastornos mentales.

Mitchell fue sentenciado en 2011 a dos cadenas perpetuas. Un año antes, Barzeee fue sentenciada a 15 años de cárcel por su implicación en el secuestro y agresión sexual contra Smart.

Mitchell había logrado convencer a algunos psiquiatras que estaba loco. El individuo cantaba himnos y canciones en el tribunal y ordenaba a los jueces "arrepentirse".

Smart describió cuando Mitchell fingió un desmayo en el juicio federal que se le seguía y los paramédicos ingresaron a toda prisa en el tribunal.

Entre jadeos y gemidos arriba de una camilla con ruedas, Mitchell encontró la mirada de Smart por primera vez en años. Exhibió una "sonrisa malévola" para mostrar que todavía podía controlar a otros, escribió ella. "Le devolví la mirada fría, sin voltear a otra parte", apuntó.

Fue en las afueras de San Diego, donde Mitchell se había llevado a Barzee y Smart para pasar el invierno en un campamento para personas sin hogar, donde la menor ideó un plan para escapar. Convenció a Mitchel que Dios quería que todos ellos regresaran a Salt Lake City.

Cuando llegaban a las afueras de la ciudad, la policía detuvo a las tres personas por su aspecto extraño: una pareja adulta y una menor con ropa sucia, una peluca gris y lentes oscuros, que caminaban por una avenida importante.

Smart escribe que antes de que ella se identificara, la policía parecía saber que la habían encontrado al preguntarle: "¿Eres Elizabeth Smart?" /AP