Lorna Cepeda, la icónica villana de Yo soy Betty, la fea, vivió su batalla más cruda en 2016: un melanoma que empezó con un lunar sangrante en su espalda. "Era una cosa asquerosa, sangraba y sangraba... pensé que era una verruga", confesó en La Red. Tras la biopsia, el diagnóstico la estremeció: "Fue muy doloroso, muy asustador". La actriz actuó rápido: cirugía mayor y extracción preventiva de lunares, iniciando un camino de transformación radical donde la fe fue su escudo.
En lo más oscuro, su plegaria movió cielos: "Yo lo llamo un milagro de Dios. Tenía una virgencita y le dije: ‘Toma la decisión que tengas que tomar. Si me dejas aquí, déjame sana’". Sobrevivió con más de 25 cicatrices en la espalda tras múltiples intervenciones, marcas que hoy atesora con orgullo: "Las amo porque me recuerdan que sigo viva". Su recuperación, aunque exitosa, trajo un nuevo régimen: cero sol y alerta perpetua.
El sol se volvió su enemigo: "Ya no puedo tomar sol nunca más, ni siquiera un poquito", sentenció la colombiana. Su rutina ahora incluye chequeos dermatológicos anuales (tras controles trimestrales por años) y vigilancia extrema. "El cáncer de piel no se ve: revisen cualquier cambio", advierte a sus fans, convertida en voz de la prevención. Hasta sus paseos cambiaron: sombreros de ala ancha y mangas largas son su armadura diaria.
Siete años después, Lorna celebra cada amanecer: "Agradezco cada día con mi familia. La vida es un regalo". Su testimonio enciende esperanza en pacientes, demostrando que fe y actitud ganan batallas. Patricia Fernández, la rival de Betty, hoy es símbolo de resiliencia... y sus cicatrices, "medallas de guerra" que brillan más que cualquier joya de telenovela.
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