El conflicto estalló a inicios de diciembre cuando la junta directiva del Kennedy Center anunció su renombramiento como "The Donald J. Trump and The John F. Kennedy Memorial Center for the Performing Arts". La decisión, impulsada por el nuevo presidente de la junta y aliado de Trump, Richard Grenell, se materializó al día siguiente con la instalación de un nuevo letrero en la fachada del edificio. Este cambio, calificado por críticos como un acto de "autopromoción política", generó un rechazo inmediato y profundo dentro de la comunidad artística nacional.
Artistas toman una postura ética y cancelan sus shows
La respuesta no se hizo esperar. Figuras y compañías de diversos géneros comenzaron a cancelar sus presentaciones programadas, asumiendo en muchos casos significativas pérdidas financieras como principio. Entre las cancelaciones más destacadas se encuentran las del reconocido grupo de jazz The Cookers, que retiró su doble función para la víspera de Año Nuevo. En un comunicado, la banda reflexionó sobre los orígenes del jazz en la lucha por la libertad, un principio que sentían comprometido. A ellos se sumó la compañía Doug Varone and Dancers, que canceló sus shows de abril, señalando que ya no podía "permitir poner un pie dentro de esta institución que alguna vez fue grandiosa". La cantante de folk Kristy Lee, quien tenía un concierto en enero, fue contundente al explicar que "perder mi integridad me costaría más que cualquier cheque".
La dirección del centro responde con acusaciones de intolerancia
Frente a la ola de cancelaciones, la actual dirección del Kennedy Center, liderada por Richard Grenell, ha adoptado una postura confrontacional. Grenell ha calificado las acciones de los artistas como "intolerancia clásica" y un "truco político", llegando incluso a amenazar con una demanda millonaria al primer músico que canceló, Chuck Redd, por su "Jazz Jam" de Nochebuena. Una portavoz del centro añadió que cualquier artista que cancele por diferencias políticas "no es valiente ni tiene principios, sino que es egoísta" e incumple su deber de actuar para todo el público.
Un descontento que viene de antes
Esta crisis actual es la punta del iceberg de un descontento más amplio que comenzó meses atrás, cuando Donald Trump fue nombrado presidente de la junta directiva del centro en febrero e inició una remodelación de la institución. Desde entonces, artistas de alto perfil como la creadora Shonda Rhimes, la actriz Issa Rae y el músico Ben Folds habían renunciado a sus cargos directivos o cancelado eventos. Uno de los golpes más simbólicos fue la cancelación de una temporada del exitoso musical "Hamilton", cuyos productores decidieron retirar el show al declarar que no serían parte del "Trump Kennedy Center".
Las consecuencias legales y la batalla por el legado
El cambio de nombre ha trascendido el ámbito cultural para convertirse en una batalla legal y política. La representante demócrata Joyce Beatty, fideicomisaria de la junta, presentó una demanda federal contra Trump para impugnar la decisión, alegando que el proceso fue una "flagrante violación del estado de derecho". Miembros de la familia Kennedy también han alzado su voz en contra. Joe Kennedy III, excongresista y sobrino nieto del presidente John F. Kennedy, recordó que el centro es un memorial vivo creado por ley federal y afirmó que "no puede ser renombrado, así como no se puede renombrar el monumento a Lincoln".
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