María Laura Gil Egui
En Venezuela, el hampa cada vez mejor equipada no respeta a nadie y puede manifestarse a plena luz del día en cualquiera de las calles y avenidas más transitadas de Caracas.
Desde hace tiempo camina a sus anchas por los pasillos y jardines de la Universidad Central de Venezuela (UCV), y agrava las carencias de los institutos públicos que prestan servicios de salud, como el Hospital Clínico Universitario de Caracas (HCU), el Instituto de Medicina Tropical Dr. Félix Pifano (IMT), y el Instituto de Inmunología Nicolás E. Bianco (IDI). Sin embargo, todos los que conviven dentro del campus universitario corren el riesgo de ser víctimas de la delincuencia, a cualquier hora del día.
En marzo, dos robos consecutivos al Instituto de Medicina Tropical (IMT) obligaron a los directivos a cerrar sus puertas, y suspender así las consultas al público, y las prácticas de laboratorio de casi 1.900 estudiantes de Medicina, pertenecientes a las cátedras de Parasitología, Microbiología y Medicina Tropical. Los ladrones se llevaron computadoras, microondas, impresoras, cajas registradoras, cableado, y hasta reventaron microscopios.
Carmen Durán, profesora de Parasitología en el IMT desde hace nueve años, afirma que la situación se ha agudizado desde 2014 y los ha forzado a cerrar más de un laboratorio, por falta de insumos y reactivos. Asegura que el robo los ha dejado de manos atadas.
Además, los pacientes se vieron afectados por el hurto, pues en alguna de las 25 computadoras que se llevaron los ladrones estaban sus historias clínicas y resultados. “La única solución que hay es repetirles los exámenes”, indicó la profesora Durán. Las consultas aún siguen suspendidas.
Desde el 4 de abril, el IMT está trabajando hasta mediodía. En las tardes, un grupo de obreros o de profesores, según sea el turno, custodian las puertas del instituto porque la vigilancia trabaja hasta cierta hora. “A las cuatro de la tarde ya nos están tocando la puerta para que terminemos clases; cuando antes, recuerdo que los más temprano que salía era a las siete de la noche”, dijo.
Más problemas. El IMT se creó el 14 de octubre de 1947, por decreto del Consejo Universitario. Es un centro de referencia nacional en docencia e investigación, y además es el único en el país que realiza diagnósticos sobre la enfermedad de Chagas y los distintos tipos de helmintiasis o enfermedades parasitarias. “Aquí se atienden pacientes que vienen de los lugares más recónditos de Venezuela; llega gente de Guayana, El Tigre, Anzoátegui, Amazonas, y de cualquier pueblito que te puedas imaginar”, explicó Durán.
El IMT presenta carencias de personal administrativo, de investigación y seguridad. Además de la escasez de reactivos que impide hacer los análisis pertinentes para los pacientes que acuden allí.
“Actualmente nos cuesta mucho iniciar proyectos nacionales. Antes trabajábamos en conjunto con el Ministerio de Ciencia, pero desde hace cuatro años no nos han tendido la mano. De vez en cuando nos apoya la coordinación de Investigación de la universidad, con los ingresos propios y realmente lo que nos ofrece no nos alcanza ni para comprar pipetas, que es lo menos costoso”, indicó la profesora.
2016, año difícil. Mariángela Herrera es estudiante de quinto año de Medicina, y desde el período académico 2015-2016 es preparadora en el IMT en la cátedra de Parasitología de tercer año. Señala que el instituto tiene graves problemas estructurales que no se pueden corregir porque la universidad, desde el 2 de diciembre de 2001 es Patrimonio de la Humanidad, declarado por la Unesco.
Además de eso, asegura que las instalaciones son inseguras porque el instituto está cercado por un muro de cuadros, que parece una escalera, el cual es muy fácil de saltar. “Se han metido en salones durante clases y han robado secciones completas”, agregó Herrera.
Asimismo, indicó que la situación de los estudiantes, que no pueden hacer sus prácticas por el cierre del IMT, es muy delicada porque como la carrera es anual, se retrasan e impide que los alumnos de los años anteriores inicien su período académico.
“Dentro de los laboratorios siempre se ha mantenido el nivel y la calidad de la educación, pero afuera, los baños y la parte donde se le presta servicio al público sí está deteriorado”, asegura Leonardo Rodríguez, estudiante de quinto año de Medicina y también preparador de Parasitología en el IMT.
Agregó que los robos ocurren desde hace unos dos años, pero que en los últimos tres meses se han incrementado considerablemente.
Dentro del campus. Jorge Betancourt, quien es vigilante jubilado de la UCV, afirmó que hay un grupo de celadores con un prontuario judicial bastante extenso, que tienen entre tres y cinco años trabajando en la universidad, y que -denuncia- están cometiendo fechorías y robos. Supuestamente estos hombres se encuentran ubicados en garitas estratégicas y se comunican, desde sus celulares, con compañeros que están en otros puntos del campus para marcar a las personas que se convertirán en sus presas.
Presuntamente vigilan a todos los que pasan por “Tierra de Nadie” y los identifican según la ropa que lleven puesta y el objeto que deseen robarle: “camisa roja, tablet”. Luego -según Betancourt- cuando la víctima está caminando por el pasillo de las banderas, el corredor que comunica el rectorado con la Facultad de Medicina, la interceptan y la roban. Presuntamente pertenecen a bandas del 23 de Enero y tienen la orden de herir a todo aquel que se resista a entregar sus pertenencias.
2016-09-19