El Caracas, cuando aún no llevaba el mote de Leones, se caracterizó siempre por ser un equipo alegre, quizás por eso adquirió primero las cervezas, que al actual felino melenudo que le acompaña en el presente.
Así, en esta onda lupulosa, y en medio de una profunda celebración, los caraquistas recogieron a un grupo de peloteros que venían contagiados con la gesta de 1941, aquel campeonato mundial amateur celebrado en Cuba, y en el que Venezuela arropó hasta el final.
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Todo inició con el Cervecería Princesa, un equipo que para esos años se tomaba como de segunda categoría, pero que decidió meterse entre los grandes; y vaya cuadrangular el que conectó, porque seleccionó refuerzos de esos héroes venezolanos que venían desde La Habana.
Los primeros en sumarse fueron "El Gatico" Hernández y Guillermo Vento… Pero ese capítulo de la Cervecería Princesa fue efímero y ya en dos meses no existía. Aún así, las acciones no quedaron estáticas y se vendieron a la Cervecería Caracas.
De esta manera, el club de pelota por herencia, subía de nuevo como la espuma, tal como las "bien frías", y vaya subida, porque se trasladaron desde Maiquetía hacia la capital; y con el mismo nombre: Cervecería Caracas.
Debut de los lupulosos con victoria
Así, debutaron un 11 de mayo del 42 en Puerto Cabello contra una divisa llamada Criollos, lo hicieron venciendo 7×3 al ritmo de Ramón "El Dumbo" Fernández en la lomita. Este triunfo empezaba a desatar una algarabía, pues, los nuevos dueños del club; sí tenían una concepción diferente de lo que era el beisbol.
Martín Tovar Lange y Jesús Corao, arrancaban un buen binomio al comandar aquel exitoso equipo que se convertiría en ícono de una pasión… Eran tiempos convulsos bajo la tutela presidencial de Isaías Medina Angarita, pero las cosas cambiarían.
Casanova sería su primer mánager, y el Cervecería Caracas absorbía a diversos peloteros para introducirlos en una nómina como empleados. Por ende, cobraran un sueldo todo el año por trabajar para la compañía, y jugar pelota.
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Peloteros a la nómina
No era profesional aquel beisbol, pero ya esta novena le pagaba a quienes bateaban y lanzaban en el terreno de juego, era entonces una especie de visión.
Mientras tanto, los Pérez, Petit, Fonseca, Héctor Benítez Redondo, Fernández, Bríñez, Bracho, Zuloaga y Machado; pasaban a ser obreros y empleados de la Cervecería, pero manteniendo su status de amateur para futuras series mundiales.
En este interín, los propietarios se reunían para explorar otras áreas del negocio más allá de las cervezas, las maltas y los propios jugadores. Pues, idearon alquilar el estadio y vender cervezas en cada juego, una concesión que se la auto-propinaban, al ser la Cervecería, la empresa patrocinante del propio equipo: todo cuadraba.
Cervecería Caracas hace ochenta años, cobraba y se daba el vuelto, todo por supuesto, en el ámbito d la legalidad. Habían conseguido la fórmula perfecta para mantener su sólida estructura a punta de espumosas y beisbol.
Casa propia, líquido propio, precios propio, no existían regulaciones para el expendio de alcohol y todo quedaba en casa. Fanaticada contenta, y los dueños también. Así, de verdad siempre le costó muy poco al Cervecería Caracas lograr una ferviente fanaticada en el valle protegido por El Ávila.
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El nacimiento de una tradición
Cervecería Caracas recogió las banderas del conocido "purocriollismo" implantada por el antiguo club Royal Criollos, un hito que halló al hacerse con la mayoría de los campeones de 1941, muchachos talentosos y publicitados como héroes.
Esto no sólo desencadenó una profunda legión de partidarios, sino de muchas partidarias, no en vano le llamaron los narradores, periodistas y comentaristas: "El equipo de las caras bonitas". De esta manera, en 1942; más allá de un equipo, nace una tradición.
Será, hasta otra entrega…
Fuente: Suplemento Nuestro Beisbol
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