Entre los miembros inmigrantes de iglesias evangélicas en Nueva York, circuló a principios de año el rumor de un abogado que aseguraba tener la solución a cualquier situación migratoria, desde asilos hasta permisos de trabajo.
El licenciado Gustavo Cortez Osco prometía trámites rápidos y a un costo menor que el mercado.
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El acento inglés con el que hablaba español, aunque lo disculpaba, y su interés por las dificultades que habían pasado en sus países de origen, hicieron que muchas inmigrantes latinas recién llegadas a Estados Unidos confiaran en un abogado cuya oficina era un simple número de teléfono en el oeste de Nueva York.
Rusbelys Robles, una enfermera venezolana que, tras un largo viaje por 13 países, buscaba estabilidad en Nueva York, confió en que Cortez la ayudaría a obtener su residencia.
A pesar de conocer la imposibilidad legal del atajo migratorio que ofrecía, Cortez se aprovechó de la vulnerabilidad de sus clientas, mujeres inmigrantes que, al no hablar inglés y desconocer el sistema, confiaban ciegamente en sus promesas.
Modus operandi de los estafadores en Nueva York
Cortez creaba una falsa sensación de seguridad en sus clientas al enviarles documentos falsificados con los logotipos de agencias gubernamentales como el Servicio de Ciudadanía e Inmigración (Uscis), haciéndoles creer que estaban a punto de obtener sus residencias.
Para lograr esto, les exigía pagos iniciales que podían variar entre los 300 y los 1.000 dólares.
La víctima asistió a una audiencia en falsa corte virtual
En un video al que tuvo acceso Univision Investiga, se puede ver al estafador, vestido de manera profesional, simulando una oficina legal con un diploma colgado en la pared.
En otra parte del video, aparece un individuo disfrazado de juez de inmigración de Arizona, utilizando elementos decorativos como la bandera estadounidense y el escudo del Departamento de Justicia para dar mayor credibilidad a su farsa.
El juez y el abogado eran tan parecidos físicamente y en su forma de hablar que podrían haber sido hermanos. Ambos pronunciaban el español con un marcado acento, como si no fuera su lengua materna.
La historia de Robles es un reflejo de la crisis migratoria en América Latina. Tras vivir momentos de extrema vulnerabilidad trabajando en las calles de Guayaquil y cuidando a enfermos de COVID-19, Robles encontró un rayo de esperanza en la empatía de Cortez, quien lo escuchó con compasión durante sus llamadas telefónicas.
Con información de Univision
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