Daisy Galaviz | [email protected]
Ser peluquero o barbero son oficios muy cotizados en ésta época de crisis: generan dinero rápido, se aprenden fácilmente y siempre hay trabajo.
Carlos Díaz es un barbero que actualmente posee su emprendimiento en la avenida San Martín, cuenta que es oriundo del Táchira y que a los 15 años al salir de bachillerato sus padres no podían costearle una carrera. Decidió hacer un curso de barbería, oficio que luego le dio la oportunidad de residenciarse en Caracas y laborar como aprendiz en una peluquería.
Se siente satisfecho, pues “un curso de seis meses” le ha dado todo lo que tiene hoy día. Lamenta que la situación económica le haya obligado a aumentar el precio de los cortes – este año lo ha hecho tres veces-. Actualmente cobra 1.5000 bolívares y su local ya no es tan concurrido como antes.
Mal común
En la misma situación se encuentra Sirmia Martínez, peluquera en un atelier de Chacao. Apunta que el costo de la vida la llevó a cambiar sus tareas del hogar por el secador y las tijeras, pues ya su casa no se sostenía solo con los ingresos de su pareja.
Recuerda que no pudo seguir sus estudios y llegó hasta el segundo año de bachillerato. Siendo adolescente decidió hacerse alumna fija de la Academia Americana, en Chacaíto, donde aprendió a coser, realizar manualidades y conocer sobre lo que se requiere para ser secretaria. Sin embargo, su deleite fue tener nociones de cómo se seca, corta y pinta el cabello.
La peluquera cuenta que la situación ha generado que no tenga la misma clientela de hace unos años, pero “cuando hablo con mis clientas que son profesionales comprendo que ellas ganan mucho menos que yo”.
En cuanto a precios e indumentaria dice que “afortunadamente ya tenía de todo cuando la inflación comenzó a galopar”. Hoy una plancha pasa los 80 mil bolívares y un secador llega a los Bs 50 mil.
Martínez afirma sentirse segura y feliz con lo que hace pero si debiera modificarle algo serían las horas de trabajo, “porque estar todo el día de pie no es sano para nadie”.
Camino a la carrera
Yuliet Andrade es estudiante de idiomas, pero desde que cumplió 15 años practica el arte de la manicura, ha hecho dos cursos y unos nueve talleres del oficio.
La joven cuenta que comenzó arreglándole las uñas a su madre, tías, primas, y amigas, luego su situación económica la llevó a cobrar por el oficio que desempeñaba “de vez en cuando”. Actualmente labora en “Calemdula”, un spa ubicado Chacao que se especializa en manos y pies. Allí el embellecimiento de las uñas más básico tiene un costo de 1.500 bolívares.
Yuliet lamenta que tanto ella como sus compañeras han debido recortar su oferta de sus trabajos pues “hay una falla considerable de materiales y si se encuentran son impagables para la mayoría de clientas”.
2016-12-21