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Linfoma de Hodgkin: el enemigo silencioso

Miércoles, 16 de septiembre de 2020 a las 12:00 am
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Criss Monterrey | [email protected]

El 15 de septiembre se celebra el Día Mundial de la Lucha contra el Linfoma, cuyo objetivo es dar a conocer esta enfermedad de la que no se habla y que no siempre se diagnostica a tiempo.

El linfoma de Hodgkin es una afección del sistema linfático, que ayuda a combatir infecciones y controla la circulación de líquidos en el cuerpo. Detectar este cáncer en las primeras fases puede ser difícil debido a que los síntomas se confunden con otras enfermedades. Un paciente puede padecer inflamación no dolorosa de los ganglios linfáticos, fiebre, sudoración nocturna, tos, problemas respiratorios o picazón en la piel.

No todos los médicos tienen el olfato tan agudo como para sospechar que se trata de cáncer, pero algunos síntomas, cuando no ceden, pueden orientar hacia la búsqueda de este tipo de enfermedades. La hematoncóloga Ciramar Navarro admite que diagnosticar un cáncer depende de los síntomas sean lo suficientemente importantes como para que el paciente vaya al médico. “Hay que pedir las pruebas que den un correcto diagnóstico. Muchas veces aún sospechando que hay un tumor puede ser difícil para hacer una biopsia, que es fundamental. Por fortuna ahora hay un panel de pruebas que pueden dirigir un diagnóstico, eso permite que un médico acucioso arme síntomas que parece que no cuadran”.

Quimioterapia agresiva

Una vez que los exámenes confirman que se trata de linfoma, hay que comenzar un esquema de quimioterapia. El tratamiento siempre va a depender del tipo de enfermedad. El linfoma de Hodgkin tiene cuatro subtipos: con esclerosis nodular HL, celularidad mixta, con linfocitos empobrecidos o con depleción linfocítica. Del linfoma No-Hodgkin hay más de 60 subtipos.

Los esquemas de quimioterapia más recomendados incluyen Abvd, Mopp o Beacopp. Cada letra corresponde a medicamentos como adriamicina, vinblastina, dacarbacina o etopósido. Se puede combinar con sesiones de radioterapia o trasplante autólogo de progenitores hematopoyéticos. Pero esto no siempre garantiza salud plena.

Hecmyr La Rosa tuvo linfoma de Hodgkin etapa IV con metástasis en hígado hace cinco años. Recibió tantos esteroides y quimioterapia que sufrió daños en la cadera y tuvo que colocarse una prótesis. Tras cinco años sana, comenzó a sudar mucho en las noches y a sentir fatiga. El cáncer había vuelto.

“Al principio tuve quimioterapia de rescate con ICE (Ifosfamida – Carboplatino – Etopósido). Ahora me ponen Brentuximab Vedotin, que es bastante agresivo. Ya no puedo cerrar bien las manos, me cuesta abotonarme una camisa, me corto, no lo siento y me doy cuenta porque se me infecta. Me lo hacen cada 21 días porque es muy fuerte. La defino como la enfermedad camaleón porque se disfraza de muchas otras patologías y te hace ir a cualquier cantidad de médicos antes de ser descubierta”, explica.

Cuando un paciente recae con linfoma no solo debe repetir quimio y radioterapia, sino que obligatoriamente, tiene que recibir trasplante de médula. “Los protocolos de inmunoterapia no están al alcance de toda la población, son muy costosos y para tercer mundo es casi inconcebible”, explica la doctora Ciramar Navarro.

Tras la tormenta

El linfoma es un tipo de cáncer muy raro en el que nada es definitivo. Diariamente en todo el mundo unas 1000 personas son diagnosticadas según la Sociedad Americana del Cáncer.

Esta enfermedad tiene dos picos de incidencia: entre los 15 y los 35 años, y a partir de los 55 años. María Fernanda Gordils sintió que su mundo se desmoronaba el día que supo que su hija Victoria Eugenia González, de 14 años, tenía cáncer. “Cuando le cortamos el cabello me encerré en el baño a llorar, no pude hacerlo. No me gusta recordar. Fue duro lidiar con sus malestares, me tocó mimarla y calarme sus malcriadeces. Trataba de tragar grueso, entenderla”, recuerda.

Hoy “Vica” está a punto de cumplir 20 años y estudia Comunicación Social. En 2015 fue su pediatra quien la diagnosticó con linfoma al verle un pequeño bulto en el cuello. “En ese momento lo que más me afectó fue el tema del cabello, el shock de que me iba a quedar totalmente calva y no estaba preparada para eso. Luego me empezó a preocupar si de verdad iba a superarlo”, admite.

Ahora vive tranquila, cumple con los controles médicos (obligatorios durante cinco años) y lleva un estilo de vida saludable. “Diariamente agradezco porque no todos tienen la oportunidad de seguir en este plano. Mi mente eliminó el 80% de todo lo que pasé, recuerdo lo puntual. Quedé con una dureza impresionante, no cualquier cosa me afecta. Confío en que si sigo acá, por algo es”, sentencia.

2020-09-15

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